Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2018-04-04
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   11
Sección:   Opinión
Centimetraje:   16x19
La Segunda
Quieren nazis
Kast fue censurado y luego golpeado porque, supuestamente, enarbola ideas antidemocráticas, al igual que un ilustre gobernante que nos visitó en 2016: Recep Tayyip Erdoóan, Presidente de Turquía y uno de los tantos líderes políticos explícitamente represivos y, a la vez, «cercanos» a Occidente. Erdoóan, que expulsó a más de 3.000 académicos de sus universidades y con otros tantos problemas de derechos humanos a cuestas, pasó por Chile inaugurando estatuas sin las violentas funas ni censuras «a la Kast» que vimos las últimas semanas. ¿Dónde estaban los próceres de la defensa de los DD.HH. y la libertad?

Muchos dirían que no tienen por qué funar con el mismo ánimo y violencia a extranjeros. Son, probablemente, los mismos que critican a la prensa por cubrir extensamente atentados terroristas en Francia e Inglaterra y olvidar a los muertos en Africa subsahariana y Asia meridional. Cabría esperar entonces de estos cosmopolitas justicieros que reaccionen igual frente a la muerte de alguno de sus hermanos, a la de algún joven argentino y a la de algún niño en Timor Oriental. El fenómeno Kast ha dejado en evidencia muchas otras mezquindades de estos bondadosos —desde fuertes silencios hasta llamados a apalearlo—, y, entre ellas, una especialmente interesante y transversal: la prevalencia de lo que alguien «quiere» que sea algo por sobre lo que realmente es. Así, estos bondadosos quisieran que Kast sea un nazi que prometa eliminar el Parlamento y alguna raza inferior. Desgraciadamente para ellos, él no promete, ni enarbola, semejantes demencias. Lástima para sus detractores. Si fuese así, merecidas serían la fina en el norte y la censura en la U. de Concepción (donde esta semana se paseó libre Giorgio Jackson, me imagino que haciendo algo muy diferente al proselitismo político, en teoría prohibido, que iba a hacer Kast).

Este fenómeno es similar a lo que ocurre cuando adalides de la bondad y sofisticación acusan de «economicista», «simple» o «facho» a cualquier argumento —o peor, cualquier persona—, sin siquiera confrontarlo y someterlo a revisión. Ellos simplemente «quieren» que sea así. Por 1900, Edith Wharton les dijo a los franceses que dejasen su obsesión por insistir que los estadounidenses estaban sólo preocupados de «hacer plata». "El idioma inglés", dijo, "es elíptico" —omite de adrede y se hace entender por el contexto— y, por lo tanto, la frase a la prensa de un tal Mr. House que decía que "Estados Unidos ya está movilizando todos sus millones a sus fábricas" no se refería a millones de dólares, sino que millones de hombres, a pesar de lo que querían los franceses: que fuesen dólares y así seguir riéndose de los gringos. Sutilezas lingüísticas exacerbadas por voluntades humanas simplemente para construir monos de paja.

Recuadro
"Desgraciadamente para algunos de sus detractores, Kast no anda prometiendo eliminar el Parlamento ni alguna raza inferior".
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Fernando Claro V.-