Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2018-11-22
Tipo:   Suplemento
Página(s):   2
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   18x29
El Mercurio - Chile Tecnológico
Chile: ¿A prueba de futuro?
La baja de Chile en ránkings de innovación, recortes a presupuestos a Codo y al Fondo de Innovación a la Competitividad, entrega de AVONNIs, y venta de Cornershop ha generado cierta confusión. Con tanto premio e innovaciones exitosas ¿Por qué seguimos mal en ránkings de innovación? ¿Qué tanto importa la baja en el presupuesto?

Chile ha mejorado en la última década. Entre 2007 y 2018, nuestra inversión en I+D subió de 0,31 % al 0,37% del PIB y, aún cuando desde el 2013 ha estado en torno al 0,36%, en términos reales creció en casi el 50%. El número de investigadores por cada 1.000 habitantes aumentó en más del 40%, y el porcentaje de mujeres en I+D, si bien aún insuficiente, subió del 27,8% al 33,1 %, dejándonos por sobre el promedio OCDE.

Nuestra tasa de creación de empresas por cada 1.000 habitantes subió de 2,1 (en 2012) a casi 8,9 (en 2018), posicionando a Chile dentro de los 20 países líderes en emprendimiento, sin embargo, seguimos focalizados, mayoritariamente, en emprendimientos no innovadores. Además de lo macro, la venta de Cornershop, el éxito de Crystal Lagoons y exportaciones de alta tecnología de Innovaxxion a Europa son casos que antes no se veían. Los avances de Chile son notorios, y han sido capturados en los puntajes de varios informes internacionales: el puntaje de Chile en el pilar de innovación del Informe de Competitividad del WEF creció en la última década. Incluso en nuestra variable más débil, "capacidad para innovar' el puntaje subió de 3,3 en 2007 a 4,0 en 2017

No obstante, más allá de estos avances, altos puntajes, premios y casos de éxito, bajamos en importantes ránkings internacionales: el 2007 Chile ocupaba el lugar 27 en el Informe Mundial de Competitividad del WEF, con el lugar 39 en el pilar de innovación, y el 50 en "capacidad para innovar" de nuestras empresas. El 2012, Chile bajó a los lugares 33, 44 y 83, respectivamente. En 2017 manteníamos el lugar 33 en competitividad, pero seguíamos bajando en innovación al lugar 52 y al 76 en capacidad para innovar. El Global Innovation Index de Cornell, INSEAD, WIPO muestra algo similar, con una caída del lugar 37 al 68 entre 2009 y 2018.

¿QUÉ HA SUCEDIDO?

Comparemos nuestra competitividad en innovación con el desempeño en una carreras Antes estábamos dentro de los 30 primeros, hemos invertido, nos hemos preparado y hemos mejorado nuestros tiempos, pero estamos llegando en peores posiciones. Otros corredores, antes menos competitivos que nosotros, "algo han hecho" y hoy nos están ganando.

Chile tiene la menor tasa de inversión en I+D en la OCDE, aporta con el 0,17% de los investigadores, y solo el 0,12% de la inversión en I+D de la OCDE. Nuestra inversión en I+D como porcentaje del PIB de hoy equivale al de México del 2002. Sin embargo, este 0,37% del PIB para México en 2002 era de US$ 4.171,25 millones, unas cuatro veces lo que invertimos hoy.

Si miramos nuestra inversión como porcentaje de nuestro ingreso, tendremos solo parte de la historia, y no será una buena historia, porque el 0,37% de un PIB pequeño no aporta mucho en proyectos de innovación que requieren cierta escala. Comparemos entre países pequeños con economías basadas en recursos naturales: nuestro PIB per cápita actual corresponde al de Finlandia en 1986 y al de Nueva Zelandia de 1993. Sin embargo, mientras hoy invertimos el 0,37% del PIB en I+D, Finlandia invertía el 1,6% en 1986, y Nueva Zelandia invertía el 0,97% en 1993.

¿Qué razones habría para que ellos, en momentos donde no era tan claro el rol de la innovación, países más pequeños y con el mismo nivel de ingreso, invirtieran 4,3 y 2,6 veces más que el Chile de hoy?

Miremos a Nueva Zelandia. En 1993, el país venía saliendo de una crisis con un desempleo del 9,8%. Sus exportaciones en tecnología lo posicionaban como el penúltimo país de la OCDE, con un escaso 0,03% el PIB en 1995. Luego de la crisis, el país tuvo claridad que debía realizar cambios estructurales. Estos cambios incluyeron mayor inversión en desarrollo tecnológico local, aumento en fuerza de trabajo altamente calificada, transición hacia industrias de mayor valor agregado y aumento de la participación femenina en mercado laboral. Además, vino la decisión de abrir sus fronteras: los extranjeros en la fuerza laboral subieron de 15,8% en 1991, a 26% en el 2012.

Los resultados se dejaron ver. En 2015 las exportaciones en alta tecnología de Nueva Zelandia llegaron a representar el 1% del PIB y, a fines del 2017 sus desarrollos en alta tecnología ocupaban el tercer lugar en sus exportaciones, y se espera que superen a las de productos lácteos dentro de la próxima década.

Un informe del Departamento del Tesoro de Nueva Zelandia acerca de sus políticas de largo plazo declara "el ambiente global cambiará mucho durante los próximos 40 años, y estos cambios serán particularmente importantes para una economía pequeña y abierta que dependa de pocos productos agrícolas y manufacturados. Esto será acompañado de desafíos sociales internos igualmente importantes': El informe concluye que "un aspecto crítico para prepararnos para el futuro es tener claro nuestro marco de acción" como nación, no como gobierno de turno. En base a esto, se han diseñado y ejecutado políticas de largo plazo, más allá de 10 y 15 años.

En su mayoría, los consejos público privados en innovación han funcionado para generar estas políticas de largo plazo, salvo en Chile. El actual Consejo Nacional de Innovación para el Desarrollo (CNID) se funda en noviembre del 2005 con el objetivo de preocuparse de "una estrategia nacional de innovación para la competitividad de largo plazo': En Chile se han generado estas estrategias. No faltan políticas de largo plazo, sino tomadores de decisión que las respeten y ejecuten.
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POR CARLOS OSORIO Cofundador de Yuken Impact Research Lab, profesor visitante en Deusto Business School y guest lecturer en Singularity University.-