Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2018-12-04
Tipo:   Suplemento
Página(s):   54-55-56-58-60
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   29x94

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1. Es la primera chilena reconocida como Innovadora Sub 35 por el MIT. 2. La segunda de cuatro hermanos. 3. Con su papá, Marino Lara, en Isla Navarino. 4. Con su creación. 5. Trabajó desde los 12 años. 6. Con su mamá y hermanas.

'Yo sé que quiero impactar a todos, pero mi emprendimiento más complicado ha sido mi familia'.
El Mercurio - Revista Ya
Barbarita Lara:
La rebeldía de una innovadora
Esta ingeniera de 32 años diseñó un sistema que permite comunicarse cuando se caiga la internet y todas las señales de telefonía celular. Ha sido reconocida mundialmente por ello, pero más allá de la tecnología, su plan maestro es otro: cambiar el mundo para reconectar con los afectos. "Mi emprendimiento más difícil ha sido mi familia", dice la madre de Tomás, un niño autista de 12 años.
EL la lo intuyó. Esa noche, Barbarita Lara, de 24 años, tomó su maletín de emergencia y partió con su hijo Tomás, de cuatro años, a la casa de sus papás en Viña del Mar. Su marido se quedó en el departamento.

-Son cosas de bruja- le dijo él.

-Te digo que va a temblar -insistió ella.

Era la madrugada del 27 de febrero 2010 y el terremoto 8.8 que sacudió a la zona central de Chile dejó al marido de Barbarita Lara atrapado en el departamento del sexto piso donde vivían. Se cortó la luz, se cayeron las señales de televisión, de las redes celulares y cundió el pánico.

-Yo pensé que el mundo se iba a acabar -cuenta ella, hoy de 32 años-. Mi papá estaba trabajando, mi hermano estaba navegando, y yo me quedé con mi mamá, con mi hermana y mi hermano chico. Fue un caos. Mi primer terremoto. Mi mamá, mal, casi le da un ataque al corazón. Mal, muy mal. Y yo empecé a asumir un poco el cargo de líder. Dije "ya: corten el agua, corten el gas, cuidado con los vidrios".

Salieron a la calle y vieron desesperación, gente incomunicada. Ansiosa, angustiada por saber de sus seres queridos.

-Nos fuimos al auto, prendimos la radio y no se escuchaba ninguna radio chilena, pero sí una de Mendoza. Y esa radio nos dijo exactamente qué había pasado: un terremoto, los grados y el epicentro. Y me pareció súper curioso: incluso, cuando nos quedamos completamente a oscuras, podemos recibir información.

De esa noche de caos, Barbarita también recuerda cómo a la luz de una fogata iniciada por un vecino, todos trataban infructuosamente de hacer funcionar sus teléfonos digitales:

-Y el mío era el único que, por alguna razón, tenía internet. Pude comunicar a chilenos que estaban en Estados Unidos con sus familiares que estaban en el epicentro, por Facebook o por Skype. Logré hacer que hablaran entre ellos. Y sentí como una sensación de satisfacción personal muy fuerte al escuchar a una mamá súper emocionada al hablar con su hijo.

En medio de ese caos, nació la idea de SIE, el Sistema de Información de Emergencia que la joven ingeniera de la Universidad Federico Santa María ideó y años después desarrolló junto a su equipo Emercom. Una mezcla de tecnología análoga (frecuencia radial) y digital (mensajería de texto), que transmite señales encriptadas en un código similar al morse a lugares afectados por emergencias catastróficas para que se pueda recibir información en un smartphone , incluso cuando no hay internet o las redes móviles no funcionan.

Su aporte en materia de innovación fue patentado este año en Chile por el Inapi, reconocido en Inglaterra por la Royal Academy of Engineering y la instaló a ella en la misma lista que alguna vez incluyó a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook: una de las innovadoras sub 35 del año según el MIT Technology Review.

Al contar su historia, Barbarita parte diciendo que en esa escena posterremoto no sabía por qué su celular era el único que funcionaba. Pero después de dos horas de escuchar su historia, queda claro cuál es la razón. Y ella la tiene clara: el mundo de Barbarita está en otro lugar.

Motivar vs. inspirar

Barbarita Lara tenía 8 años cuando su padre, marino telecomunicante, fue destinado a la base Raesnawill, de Puerto Williams. En medio de la Isla Navarino, con el paso Drake, el canal del Beagle y el mar Antártico como fronteras naturales, la segunda de cuatro hermanos cruzaba las llanuras nevadas para acompañar a su papá a trabajar:

-Me mostraba los computadores súper gigantes, con sus cintas perforadas, con su código morse, y yo lo veía como algo súper lejano. No lo entendía, lo sentía como algo tan lejano a mí- recuerda hoy, sentada frente a un café en el centro de la capital. Viene saliendo de una reunión en una repartición del Ministerio de Salud. Uno de los proyectos que maneja su empresa contempla crear un sistema de alerta computacional temprana para las zonas de contaminación ambiental, como Quintero y Puchuncaví.

Vuelve a recordar esos años en que recibió en casa su primer desafío, su primer computador:

-Mi papá casi me mató porque yo lo desarmé completo. Lo desarmé hasta la última pieza y después lo volví a armar. Me demoré tres días en armar el computador. Y no me funcionaba, no me funcionaba, y al tercer día me funcionó. Sentí esa satisfacción personal de que lo hice con mis manos, funcionó. Yo lo arreglé con mis manos. Y como que ahí me empoderé y dije: 'yo, de ahora en adelante, quiero armar computadores'.

Cuatro años más tarde, cuando la familia dejó el extremo sur para trasladarse a Viña, esa expresión de deseos se volvió una necesidad vital:

-En Viña me di cuenta que no sabía nada. O sea, yo tenía un computador en específico, pero había miles de otros computadores. Había internet. La tecnología era mucho más moderna. Dije '¿cómo voy a poder aprender todo eso?'. Y como yo ya tenía habilidades, empecé a trabajar. Trabajo desde los 12 años. Amigos de mi papá decían 'pucha, mi computador está malo', y les decía 'yo se lo arreglo'. Trabajé gratis un año solamente para conocer los computadores -sonríe al recordar los días en que comenzó a emprender-. Era todo un desafío, era mucho riesgo porque tenía que llegar ahí, conocer el computador rápidamente y arreglarlo. Después ya pedía una once. Me empoderé. Llegaba a las casas con mi maletín. Era una cabra chica. Pero empezaron a pasarse el dato, y después cobraba lucas. Tenía un imperio de arreglo de computadores en todo Viña del Mar, Jardín del Mar y Reñaca. A los 15 años tenía independencia económica, pagaba cuentas en la casa y me pagué la universidad.

En esos años de adolescencia, Barbarita también comenzó a correr otros riesgos. Unos que no suele contar:

-Empecé a ser hacker . Me llamaba mucho la atención lo de romper los sistemas (de seguridad). De hecho, tuve internet gratis mucho tiempo. Hackeaba los teléfonos y podía escuchar conversaciones cercanas a las mías. Iba a los teléfonos públicos y les sacaba todas las monedas, pero por el puro gusto de sacarlas; las dejaba ahí. Siempre estaba desafiándome. Mi papá me decía que si venía la PDI, él no me conocía.

Su primer paso por la universidad fue para estudiar Ingeniería Civil Electrónica, pero en el segundo año congeló. A esas alturas Barbarita combinada los estudios con el pololeo con quien hoy es su marido y con su trabajo como jefa de seguridad de las Farmacias Cruz Verde. No de un local, sino que de la cadena a nivel nacional.

-Quedé embarazada al segundo año y congelé. Me dediqué dos años a trabajar y a mi hijo, que es autista.

Hoy su hijo, Tomás, tiene 12 años y estudia mediante homeschooling. Empoderarse a tan temprana edad la convirtió, por ejemplo, en una de las 100 mujeres Líderes 2018, que anualmente premia El Mercurio. Para asistir a la ceremonia, realizada la semana pasada, Barbarita Lara condujo su SUV color naranja desde Viña a Santiago. Por la mañana había dado una charla en un colegio invitando a los niños a cambiar el mundo con las ciencias y la tecnología. Su almuerzo ese día fue con una senadora para generar conciencia de por qué es importante cambiar las políticas públicas en emprendimiento e innovación.

En ese encuentro con otras 99 mujeres notables conoció a la Primera Dama, Cecilia Morel.

-Ella sabía del SIE -comentó en la selfie que subió a Twitter.

Hoy su preocupación no está en lo que proyecta, sino en el impacto que sus ideas generarán.

-Ya era una emprendedora con el SIE y mi empresa, que damos tecnología y software , pero en un momento me puse a pensar cómo yo podía impactar a más personas. Tenía esa sensación de que ver a una persona inspirada con lo que habíamos hecho era como un desafío. Es súper difícil motivar a alguien, pero inspirarlo es aún más difícil. La motivación dura poco, pero cuando inspiras a alguien le puedes cambiar la vida para siempre. Y me dediqué a dar charlas que inspiren y que le demuestre a la gente que llevar un camino fuera de lo normal no está mal, que ser imperfecto no está mal. Que es hermoso ser imperfecto y que aunque las cosas partan mal y todo se vea mal, nada es imposible.

Señala que a su equipo muchas veces le dijeron que no les iban a dar la patente.

-Pero nos la dieron. Somos inventores oficialmente de una tecnología de la que tenemos el control por 20 años. Nos dijeron que no íbamos a ganar algo a nivel mundial, pero lo hicimos. Imagínate si una persona deja de hacer algo porque le dicen que no.

En sus charlas cuenta de su infancia desarmando computadores, liderando equipos de fútbol y armando su propio grupo scout . Barbarita Lara es una marca, dice ella misma.

-Mi marca es como "Barbarita Lara está intentado cambiar el mundo". Y ya hay empresas que me buscan para que sea como rostro, pero yo les digo que no soy influencer , que no voy a subir fotos como modelos. A mí me gusta sacarme selfies con la gente, con quienes van a mis charlas. Les digo a las empresas "yo estoy haciendo transformación digital. Yo estoy cambiando el mundo con tecnología. A mí no me pueden ocupar como mujer objeto. A nadie deberían ocuparla como mujer objeto". Uno lo que puede hacer es mostrarle al mundo cómo, gracias al poder de la tecnología, de verdad podemos cambiar el mundo.

En su camino, Barbarita ha cambiado el mundo -o sus reglas- varias veces ya. Por ejemplo: No terminó su carrera como ingeniera civil:

-Yo soy ingeniera en Ejecución en Informática. No saqué la Civil. Quería terminar rápido para seguir emprendiendo. Entonces yo estoy segura de que fui la única que ni siquiera tiene un bachelor degree en los sub 35 del MIT. No necesitas títulos para ser una persona innovadora y que pueda cambiar el mundo. La gente tiene muy marcado que uno debe entrar a la universidad y salir de la universidad. No es así ya.

También rompió el molde cuando le cerró a Corfo la puerta para financiar la segunda etapa del SIE.

-Nos ayudaron en la primera etapa, pero en la segunda etapa nos rechazaron. Apelamos y nos dijeron que no -cuenta-. Pero cuando nos ganamos el premio del MIT, llegaron a buscarnos. Y ahí les dije yo que no. Aunque me cueste, aunque me duela. Son 50 millones de pesos. Pero esto ahora vale mucho más. Uno tiene que ayudar los emprendimientos cuando parten. Nosotros estuvimos siete meses sin financiamiento y a ellos no les importó nada. Yo prefiero seguir con mi idea. Si tú quieres cambiar el mundo, tienes que romper los esquemas. Y ese esquema está mal. O sea, ellos nos dijeron que nuestra innovación no era buena porque no teníamos venta. O sea, están buscando un valor económico por sobre un valor social. Conicyt, en cambio, siempre nos apoyó.

Otro código que cuestiona es el poder del dinero en la sociedad.

-Yo no me quiero hacer millonaria con un sistema de emergencias, quiero ayudar a la gente. Puedo hacerme millonaria con las apps industriales que ocupen la tecnología, pero a mí no me mueve la plata. Pero si yo puedo de verdad impactar una mayor cantidad de personas, eso me va hacer feliz. Por eso me quedé en Chile, pero no significa que me vaya a quedar aquí siempre.

La tecnología SIE está certificada por la Subtel como backup en caso de catástrofe, pero no ha sido comprada por el Estado aún. Mientras, desde Estados Unidos, Canadá y Francia, Barbarita ya fue contactada para probar prototipos allá.

La naturaleza vs. tecnología

Pasa el mediodía de un martes y Barbarita Lara está preocupada de la hora. Mira su smartwatch y apura su café. Se acaba el tiempo. Está en Santiago y debe regresar a Viña para almorzar con Tomás. No ve a su hijo desde la semana pasada, porque ha viajado entre Coihaique y Santiago dando charlas, asistiendo a reuniones, haciendo voluntariado para difundir su mensaje sobre ciencia, tecnología emprendimiento e innovación.

-Muchas veces dejo a mi familia de lado para poder llegar a una reunión. Y obviamente a él le afecta, y a un nivel emocional. A pesar de que él es autista, es muy sensible y estas cosas le afectan. Llora, tiene pesadillas, y me manda WhatsApps. Porque es altamente funcional. El autismo es una condición, él perfectamente puede escribir, se puede comunicar.

Barbarita, amante de series gore como "The Walking Dead", muestra un cierto disfrute al contar los detalles de su "corto" embarazo y "traumático" alumbramiento en particular:

-Fue de alto riesgo porque me di cuenta a los cinco meses de que estaba embarazada -recuerda, con dramático suspenso-. Yo estaba tan estresada, que se me había cortado la regla. Tomaba unos medicamentos que también causaban algo así. Y mi mamá me decía: "¿no estarás embarazada?". Y yo: "noooo, si nos cuidamos". Estaba hasta flaca, pero los pantalones empezaron a no cerrarme, y mi mamá trajo un test. Estaba ultra embarazada. Ni los médicos sabían bien cuánto tiempo tenía.

Paradoja: Tomás nació en 2006 en medio de las circunstancias menos científicas que podían rodear a su techie mamá.

-Nació una guagua de 55 centímetros, 4 kilos 210 gramos, una guagua criada y de parto natural, natural. La anestesia no funcionó, no sé muy bien por qué. La episiotomía, los puntos, todos fue así, salvaje. La matrona sufría, le decía al doctor que tuviera cuidado, que se acordara de que yo estaba sin anestesia. Yo dije: ok, esto es ser mamá. Check. Al día siguiente ya estaba de pie como si nada.

Barbarita Lara, una mujer asertiva, de voz ronca, se queja de que nadie enseña a ser mamá. Pero, a la vez, cuenta que creció con amplios márgenes de libertad:

-Mis papás nunca intentaron cambiarme, que es lo que hace la mayoría de la gente con las niñas: que sean perfectas, que no se equivoquen, que busquen un príncipe. En cambio, a los niños los estimulan para que sean superhéroes -compara-. Mis papás nunca me pidieron que fuera una princesa, ni que me normalizara al lado muy femenino porque me veían muy feliz. Yo estaba feliz haciendo miles de cosas. Mi papá estaba cortando o atornillando, y yo estaba al lado. Admiraba que era como Mac Gyver, con un elástico y un clavo arreglaba todo. Y me decía: '¿quieres cortar?'. Y yo cortaba. Entonces, desde chica soy giro sintornillos. Sé de electricidad, de gasfitería.

Al crecer, ella buscó su propio camino.

-Mi sueño era entrar a la Universidad Federico Santa María, porque el castillo es hermoso y está frente al mar. El legado de don Federico es súper potente. Él dejó toda su riqueza para ayudar al desvalido, al que de verdad quería tener aspiración al conocimiento. Pero al inicio me fue pésimo igual, porque me levantaba a las 5 de la mañana. En ese momento yo era como muy geisha. Intentando que mi vida fuera perfecta y que mi esposo no se arrepintiera.

-¿No se arrepintiera de qué?

-De que yo iba a entrar a la universidad, y que iba a ser todo más complicado por nuestro hijo. Él es desarrollador también. Él también fue independiente desde chico. Somos como la misma onda, pero él trabaja desde la casa. Es freelance , es desarrollador full stack , programa en todos los lenguajes habidos por haber. Trabaja con gringos por internet. Un seco. Lo han llamado de Facebook, de Amazon, de todos lados. Y está aquí porque es más cómodo. Yo igual he rechazado hartas becas porque tenemos igual nuestra red de apoyo.

Barbarita recuerda que en esa época se levantaba antes del amanecer, dejaba listo el almuerzo, ordenaba la casa, levantaba a Tomás y lo iba a dejar al jardín a las 7 de la mañana.

-Me iba llorando desde el jardín de mi hijo con culpa a la universidad, y entraba a las 8 de la mañana. Estudiaba todo el día, trabajaba entre medio, porque tenía que estar atenta a las 350 farmacias que había en todo Chile en ese momento. Y estudiaba hasta las 2 de la mañana. Y así eran todos mis días, e intentaba que toda la gente fuera para mi casa para yo poder tener contacto con mi hijo. Yo les decía: 'porfa, vayan a mi casa y yo les doy comida gratis. Yo les enseñaba a todos y a mí me iba mal. Tenía mucha carga académica y mucha carga emocional, intentando entender que mi hijo era autista.

Entonces, cuenta, empezó a recibir alertas de que a su hijo le estaban haciendo bullying . Dio la pelea en el colegio, y logró que sacaran al agresor. Dio la pelea en su universidad, y terminó cambiándose de carrera a informática.

-Yo antes tenía mucho miedo de fracasar: en la universidad, porque era una inversión grande de la familia. La plata da lo mismo, pero estábamos invirtiendo demasiado tiempo en eso como para que me echaran. Tenía poco tiempo con mi hijo, además. Tenía miedo a fracasar como madre. Tuve miedo de muchas cosas: de no ser buena esposa. Cosas así. Pero cuando yo entendí que no tenía que tener miedo a nada, inmediatamente como que todo cambió.

-¿Qué te hizo enfrentar ese miedo?

-Que aprendí a manejar ese miedo como una energía inicial para correr riesgos de una forma más inteligente. Dije: la vida es un emprendimiento y punto. La vida es una idea de alto riesgo, con capital de riesgo, con un modelo de negocios que se tiene que adaptar a todo lo que está pasando en el espacio, tiempo y el mercado; eso es un emprendimiento. Yo toda mi vida he corrido riesgos, cuál es el problema; en qué momento empecé a tener tanto miedo, si el mismo fracaso me llevó a aprender. Yo siempre lo he hecho todo a prueba y error, sobre todo en informática, que es justo eso.

En un tono más íntimo, buscando el inicio de sus miedos, dice con emocionada sinceridad:

-Yo sé que quiero impactar a todos, pero mi emprendimiento más complicado ha sido mi familia. El problema no es cómo mi hijo se adapta a una sociedad. La sociedad debería adaptarse, no él. Hay que ser inclusivo. Uno de mis sueños es poder hacer el primer instituto de estudios de todos estos casos de autismo y poder ayudar con educación inclusiva de verdad.

Rápidamente, retoma el ritmo. Cuenta que ya empezó su plan de inserción educativa llevando educación STEM a 9 colegios en la Región de Valparaíso, impactando a más de 50 niños, y ahora quiere ampliar el programa a todos los colegios de la región. Entre ellos, el Lord Cochrane, el de Tomás.

-Es un colegio particular, con cursos acotados, de pocos niños. Lo tuvimos que sacar un momento porque le afectaban mucho mis viajes, se ponía a llorar a cada rato, quería estar en la casa. Pero tuvimos una muy buena noticia: que el colegio de verdad quiere ser inclusivo y nos permite probar una metodología mixta de homeschool y de colegio para que él pueda seguir cuando grande. El colegio ahora va ser como un experimento y vamos a intentar impactar a todos los niños con educación STEM. Ahora las cosas están pasando así, empezaron a salir bien ahora, y soy una persona súper feliz. Ahora estoy tranquila aprovechando todo al máximo, intentando no arriesgarme con lo que más amo, que es mi hijo y mi esposo, porque si eso lo pierdo, ¿para que hice todo esto?

Barbarita vuelve nuevamente a lo esencial.

-Mi papá es criptólogo y lo que yo hago es criptología. Yo sentía que intentaba acercarme a él, pero como que no teníamos un tema en común, no lo entendía al principio. Pero ahora él trabaja conmigo. Y por eso yo digo que la tecnología me conectó con mi papá y eso es algo que agradezco hasta el día de hoy.

Recuadro
'Toda mi vida he corrido riesgos. El mismo fracaso me llevó a aprender. Siempre lo he hecho todo a prueba y error'.
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Por Claudia Guzmán V. Retrato: Carla Dannemann.-