Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2019-12-24
Tipo:   Suplemento
Página(s):   12-13-14-15-16
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   28x105

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'Encuentro muy impactante que una niña a esa edad pueda mover el mundo', dice Borregaard sobre Greta Thunberg.
El Mercurio - Revista Ya
Nicola Borregaard: “Greta no está sola”
Es una de las mayores expertas en energías renovables, sustentables y cambio climático. Esta economista alemana, doctorada en Cambridge y avecindada en Chile hace casi 30 años, mira la urgencia de incluir 'el desarrollo sustentable' en la nueva Constitución. También, dice que Greta Thunberg —persona del año según Time— es 'maravillosa. Encuentro muy impactante que una niña a esa edad pueda mover el mundo'.


'Yo no soy ninguna santa', le gusta decir a Nicola Borregaard, doctorada en Economía de Recursos Naturales de la Universidad de Cambridge, una de las expertas más calificadas en eficiencia energética, energías renovables y cambio climático en Chile, además de autora de diversas publicaciones en el ámbito económico y ambiental. Lo dice hoy desde su puesto como gerenta general de EBP (una consultora en temas de energía, de origen suizo) y también como una ciudadana consciente de la contaminación que genera cada individuo sobre el planeta. Ella, en su propia vida cotidiana, hace bastante más que el promedio: vive en una casa donde el agua caliente se alimenta de paneles solares, recicla su propia basura, hace compost en su jardín y se transporta en bicicleta desde su casa al trabajo o a cualquier otro punto de la ciudad, si tiene una reunión.

Esta mañana de diciembre está sentada en su oficina de Providencia, en el piso 12, con una panorámica vista del cerro San Cristóbal. Para Nicola —quien lleva puestos unos jeans, que para confeccionarlos requieren mil litros de agua, explica: 'Este par me durarán 20 años de uso y no compraré otros'— 'todas las emisiones de CO{-2} son personales', y están relacionadas con nuestro estilo de vida, porque desde que nos levantamos, empezamos a generar emisiones.

—Mi pecado, por ejemplo, es tomar Coca-Cola, comer chocolate. Cada casa hace lo que puede. Tiene mucho que ver con entrar al hábito. Y uno tiene que saltar esa barrera.

Cuando esta economista alemana describe cómo ella generó su hábito, queda claro que nada quedó al azar. Su marido arquitecto diseñó unos contenedores de reciclaje más pequeños que se transforman en silla, cuando hay más invitados en su casa. Analizó la oferta de puntos limpios, y averiguó si el reciclaje iría a parar a un relleno sanitario común y corriente o no; sobre todo qué hacían con el plástico: 'Que es muy difícil de reciclar'.

Desde su llegada a Santiago a mediados de los 90, Nicola Borregaard ocupó cargos y asesoró al Ministerio de Energía, al de Economía y fue miembro del Consejo Consultivo del Ministerio de Medio Ambiente. Si alguien sabe bien cuánto puede hacer Chile para combatir el cambio climático es ella. Sobre todo a poco más de una semana del término de la COP25 en Madrid que concentró la atención del mundo, pero que no dio respuesta ante la urgencia.

—'Desilusionado' fue la palabra que usó el secretario general de la ONU, António Guterres, sobre el fin de la COP25, que la comunidad internacional había perdido una importante oportunidad de aumentar la ambición para mitigar el cambio climático. ¿Con qué sensación o impresión se quedó usted?

—Comparto esta sensación. Hubo muchos eslóganes-que prometían hacer un cambio ahora y pasar a la acción más significativa, y en vez de esto fue una de las COP de menor avance. Hay que analizar aún los detalles detrás de este fracaso, pero desde ya hay muchos países con emisiones relevantes, que tienen líderes que no están dispuestos a asumir los costos de lo que significan medidas más drásticas para enfrentar la crisis climática o que derechamente aún niegan la crisis climática. Tenemos que empezar a pensar sobre cómo podemos sancionar a líderes irresponsables con el planeta y los ciudadanos mundiales. Requerimos innovar en los mecanismos de diplomacia y derecho internacional.

—Mientras los científicos, activistas y representantes gubernamentales inauguraban la COP25, en paralelo, los grandes líderes que tienen que decidir sobre esto celebraban los 70 años de la OTAN, en Londres. ¿Cómo se salva esa situación?

—Se salva si cada uno realmente asimila la responsabilidad que tenemos, de donde somos o de donde venimos. (…) Tenemos que asumir nuestra responsabilidad en lo que estamos haciendo mal.

La economista dice que hoy poca gente pone en duda los efectos del cambio climático y que es causado por el ser humano. Explica, también, que desde 1900 la temperatura ha aumentado 1 grado.

—Y ya vivimos una crisis climática, no un cambio climático. Es una crisis ¡con un grado! Ahora se está diciendo que queremos mantenerlo bajo 1,5, ojalá —recalca abriendo sus ojos azules con cierto escepticismo—. Vamos a una emergencia muy grave, y eso no lo hemos asimilado. Y no hemos asimilado nuestra responsabilidad en esto.

—¿Ha perdido el optimismo?

—Hay que seguir ejerciendo presión, y con más fuerza que nunca. Hay muchos países que están empujando por una acción más decidida, especialmente los europeos, varios países latinoamericanos, Chile también. (…) Veo que la voz de los jóvenes se vuelve cada vez más fuerte. Para esta COP, en conjunto con la cooperación suiza, la Embajada Suiza, el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Medio Ambiente, América Solidaria, Unicef y EBP elaboramos un informe de 'Voz y Acción' de los jóvenes en Chile y América Latina que refleja el tremendo entusiasmo, la determinación, y un buen nivel de conocimiento sobre el tema, todos ingredientes necesarios para generar el cambio. Greta no está sola.

Berlín, Londres, Santiago

Nicola Borregaard nació en Berlín a fines de los años 60, cuando el muro aún era el gran símbolo de la Guerra Fría, y muy pequeña partió junto a su familia a vivir a las afueras de Hamburgo.

—(De esos años), me acuerdo solamente de cuando visitábamos a amigos de Berlín oriental, teníamos que cruzar a la ex-RDA, la Alemania del este, para llegar ahí. Esos siempre fueron los viajes más terribles, porque nos teníamos que esconder, quedarnos calladitos. Como habíamos nacido en Berlín (occidental) siempre éramos sospechosos. Nos paraban en el camino y revisaban de dónde veníamos, qué hacíamos, por qué veníamos de allá para acá. Me acuerdo perfectamente de esos viajes, pero solamente del trayecto, nada de los amigos o de los lugares. Recuerdo que era muy complejo y teníamos mucho miedo, andábamos con miedo.

El papá de Nicola, Bernd, era un empresario y llevaba petróleo en barco dentro de Alemania a través de los ríos. Dice que él no hablaba mucho de su trabajo, que su familia sabía que él, en realidad, quería ser jardinero, y que fue él quien les inculcó a ella y sus hermanos el amor por la naturaleza. Su mamá, Maggie, era secretaria, pero dejó de trabajar cuando llegaron los hijos. Muchos años después, cuando todos crecieron, daba clases de alemán a niños inmigrantes. Su infancia y juventud en Hamburgo estuvo marcada por la vida en la naturaleza, las excusiones al bosque con amigos. También de esos años viene su hábito de usar la bicicleta como medio de transporte.

Al terminar el colegio, primero estudió unos semestres Historia, Economía y francés en la Universidad de Hamburgo, hasta que eligió Economía. Después se fue al sur de Alemania, a la Universidad de Würtzburg, cerca de Nuremberg y luego a la State University of New York donde hizo un magíster en Economía. Regresó al norte de Alemania, a Kiel, al Instituto de Economía Mundial, donde hizo un programa sobre su especialidad antes de empezar su doctorado en Inglaterra.

—Me fui muy espontáneamente a Cambridge, con mi pololo de ese momento. Nos escapamos juntos y fuimos con carpa. Visitamos Oxford, a Cambridge, a ver si se podía ingresar. En las mañanas salíamos a tocar puertas en las facultades de economía, y hablamos con la gente. Llenábamos a mano los formularios en el camping o un café.

Una semana después les avisaron que ambos habían sido aceptados. Nicola se consiguió una beca con la fundación Mercedes Benz y otra con la Unión Europea.

—Caía el muro cuando yo llegué a Cambridge. Era 1989.

—¿Y cómo, después de estudiar en tantos lugares, llegó a Chile?

—Por amor. Pusimos pausa con el pololo, y en esa pausa conocí a Wren (Strabucchi). Él era chileno, me enamoré de él y me vine con él. Llamé a mi mamá, le conté y ella tomó un avión para llegar a ver a este chileno. Yo creo que ella sintió que esto venía en serio, de alguna manera. Las mamás son sabias. Wren estudiaba Arquitectura y hoy es profesor en la escuela de Arquitectura de la Católica.

En 1993 llegó a Santiago por primera vez.

—En el primer año, mis amigos alemanes me preguntaban cómo estaba acá, qué estaba haciendo, cómo es Chile, qué hay de bueno, qué hay de malo. Por el lado bueno, siempre mencionaba el tema de que la gente es amorosa, simpática, abierta, humilde. No tienen solo la meta en la mente, sino que también (están atentos) al camino. Miran, tienen los ojos abiertos, y ayudan, son solidarios. La gente en Alemania es muy fijada en el objetivo, en la meta. Y entonces, de repente, no ven lo que está pasando en el camino a la meta. También resalté la naturaleza, obviamente. Pero por el lado negativo, yo mencionaba siempre el tema de la inequidad social.

—Hay una columna suya sobre el tema en 2007. Y hoy más de diez años después, esa inequidad es señalada como la gran responsable del estallido que vivimos.

—Desde que llegué me complicaba mucho, en todo sentido. Antes era mucho más duro que hoy día; yo sentía que era muy raro. La gente, el trato. Se sentía una diferencia tan abismante, que no había conversación, no había comunicación, entonces para romper esto uno tenía que hacer un esfuerzo. Siento que esto ha mejorado mucho.

Nicola recuerda que, cuando llegó a Santiago, no quería que nadie la ayudara con la casa, tampoco tener auto. Quería trabajar medio día y que el cuidado de sus tres hijos fuera compartido con su marido.

—Muy rápidamente tuve que hacer muchas concesiones. A los dos años acá, había nacido mi segundo hijo y ya no me podía subir a las micros con dos guaguas. Ya, ok, necesitamos auto. Después, mi marido partió a trabajar día completo. ¿Cómo lo hago, cómo trabajo yo? No tengo a nadie en la casa para cuidar a niños chicos, que se enferman a cada rato. No tenía familia. Uno tenía que hacer todas esas concesiones en el camino. Uno se adapta a lo que es el país también.

Hoy, después de dos meses del estallido social, Nicola dice que esos primeros días tras el 18 de octubre ella estaba entusiasta.

—Con la marcha (de más de un millón de personas) uno se sentía tan bien, que estabas compartiendo algo, lo que estaba acumulado por muchos años también. Uno sentía ahora que sí estamos todos juntos en esto y bien, maravilloso. Yo tenía mucha confianza de que esto se iba a arreglar muy rápidamente. Y luego se empezó a enredar. Uno trata de entender la violencia, por una parte se debe a la rabia acumulada, pero por otra parte también hay criminales detrás de la violencia. No se puede meter todo en un mismo saco. Yo no soy experta en el tema de realmente enfrentar la criminalidad, y hay criminalidad detrás de esto también.

La economista cree que algo bueno saldrá de todo esto, que habrá que hacer cambios estructurales, financiados a través de impuestos ('esto es así en todo el mundo') y que uno de los puntos altos ha sido iniciar el proceso constituyente.

De héroes y Greta

—¿Qué debiera contener la futura Constitución sobre el desarrollo sustentable?

—En ella debiese estar consagrada la protección de la naturaleza como sustento de la vida, y la consideración del agua como bien común. Hoy la Constitución habla del tema ambiental solamente en el artículo 19, que como individuos tenemos el derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación. Ahora, eso de libre de contaminación se ha definido en estos años en Chile a través de la legislación ambiental, de una manera tal que la contaminación ocurre cuando se sobrepasan las normas ambientales.

—Normas que son más bien laxas.

—Si las normas no son duras, fuertes, entonces es muy difícil sobrepasar ese umbral. Y hay abusos mucho antes. Por una legislación débil, se han creado, por ejemplo, las zonas de sacrificio, que son otra vez un reflejo de una desigualdad a nivel país. La desigualdad no es solamente social, sino también es ambiental. Se ha aceptado que en esas zonas se puede contaminar. Y se puede contaminar de una manera muy grave. Existen planes de descontaminación hoy día en estas zonas, porque se han pasado sobre los umbrales por lejos.

—¿Por qué hicimos la vista gorda a las zonas de sacrificio en estos últimos 30 años?

—Yo creo que no se hizo la vista gorda de manera muy consciente, porque el otro problema acá es que no conocemos el territorio, en el sentido más amplio. La mayoría de la gente vive en Santiago, encerrados. Pregunta a alguien en Las Condes, Vitacura o Lo Barnechea cuántas veces ha ido a Lo Espejo, Pudahuel o Renca, y me incluyo a mí misma. Entonces, no las conozco (las zonas de sacrificio) siquiera. Porque la gente que toma decisiones y que ha tomado decisiones viene de Providencia, Vitacura, Las Condes.

—Usted es experta en energías renovables, sustentabilidad. ¿Cuál debiera ser nuestra matriz energética?

—Ninguna fuente de energía es completamente limpia, para tenerlo claro. Si instalo plantas solares o eólicas también tienen su impacto en el medio ambiente. La sociedad tiene que escoger cuál es la forma de generación eléctrica menos nociva posible.

—¿Chile no se debieran construir más centrales hidroeléctricas en el sur?

—Esto pasa por un diálogo y una discusión a nivel de la sociedad. Y ese es el rol del Estado, el que tiene que forzar ese diálogo y todos tienen que participar.

—¿Santiago se va a quedar sin agua en unos años más?

—Ese es el tema a través del cual tenemos que despertar frente al cambio climático, porque esto es solamente la punta del iceberg. Lo que estamos viendo que está pasando con el ganado, desde Atacama a la zona central y aquí mismo alrededor de Santiago, es una situación muy dramática que hay que enfrentar, y que se va a acentuar mucho más en el futuro. Son los granjeros, los crianceros, que cuidan las cabras en el norte, los que sufren de esto directamente. Ellos son los más vulnerables y otra vez es una crisis socioambiental.

Nicola Borregaard —quien también es directora de Espacio Público— señala que está en contra de la instalación de plantas de energía nuclear, que en Alemania fue una lucha fuerte y que se construyeron a pesar de la oposición de la ciudadanía. También, que hoy están en plan de desmantelarlas, igual como en Chile existe el plan de descarbonización 2050.

—Lo que me molesta más de la energía nuclear es que uno deja un legado, un pasivo ambiental muy grande a las generaciones futuras.

—Cuando piensa en sus hijos y futuros nietos, ¿cuál es su peor miedo?

—Sabes qué, he sido tan optimista, que no he visto mucho estos riesgos tan inminentes, pero ahora se me han hecho más inminentes básicamente por la gente joven, porque veo mucha gente joven que decide no tener hijos por miedo al futuro. Y eso me preocupa mucho. En estos últimos años he empezado a preocuparme más sobre esto.

—¿Qué piensa de Greta Thunberg?

—Maravillosa. Encuentro muy impactante que una niña a esa edad pueda mover el mundo. Eso lo encuentro impresionante y debe ser en ese sentido un ejemplo para todos nosotros, que cada uno podría mover el mundo. Yo no soy tan capaz como ella. Y soy pésima en las redes sociales, pero que uno puede mover el mundo con convicción, con determinación, con compromiso, con responsabilidad. Es impresionante.

—Ella dice que nadie es demasiado pequeño para combatir el cambio climático. ¿Lo cree?

—Es así. Ese es el ejemplo. Ahora yo creo también y al mismo tiempo el mundo necesita esos ejemplos para moverse y para generar el ímpetu, pero al mismo tiempo no nos olvidemos de tantos héroes que no tienen una entrevista y no salen en la tele, pero que también están moviendo al mundo.

—¿En quiénes está pensando?

—En Lo Espejo se construyeron viviendas sociales definitivas con criterios de eficiencia energética e integración de energías renovables, con colectores solares térmicos, para que tengan agua caliente. Eso fue entre 2007 y 2010, con el Ministerio de Energía. Veo a la gente ahí, y cada una de esas personas es un héroe para mí. (…) Todos los días salen de su casa y están rodeados por basura en los espacios públicos. Después tienen que llegar a su trabajo que queda a dos horas y no hay acceso fácil al transporte público o es malo o está lleno. La calidad de los colegios es pésima. Estás rodeado —para decirlo clarito también— de grupos narcotraficantes y violencia. Es un entorno impresionante, y esa gente, esas mujeres especialmente, son héroes porque logran sacar adelante a sus hijos en este ambiente.

Nicola dice que en ese lugar tiene una amiga que ha cuidado a su mamá postrada por años.

—Y lo hace con un amor. Yo la veo a ella y es una ídola para mí. Le dejó su pieza a su mamá para darle los últimos años de su vida con tranquilidad y paz. Es impresionante. Son héroes. Siento que Chile está lleno de eso y eso es muy bonito.

Recuadro
En la nueva Constitución 'debiese estar consagrada la protección de la naturaleza como sustento de la vida, y la consideración del agua como bien común'.

'Hoy veo mucha gente joven que decide no tener hijos por miedo al futuro. Y eso me preocupa mucho'.
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Por Pilar Segovia I. Fotografías : Sergio Alfonso López. -