SEÑOR DIRECTOR La emergencia sanitaria ha vuelto a dejar en evidencia la profunda desigualdad que aqueja a los chilenos. La amenaza afecta a todos por igual, sin embargo, las consecuencias de las medidas de protección van desnudando esa brecha, afectando nuevamente a sectores más vulnerables.

Ciertas medidas, como el lavado de manos, no son posibles de realizar para personas que no cuentan con acceso a agua potable de manera constante. La suspensión de clases supone la posibilidad de educar transitoriamente en casa, omitiendo que es necesario contar con espacios e insumos que lo hagan posible. Practicar aislamiento social o teletrabajo, hoy son privilegios si no son acompañados por políticas que generen condiciones para que los trabajadores lo ejerzan. La cuarentena obligará a soportar condiciones de hacinamiento extremo por muchos días, en un contexto de incertidumbre económica. Estos elementos tienden a aumentar episodios de violencia de género, al mismo tiempo impactan en la salud mental de la población.

Apoyamos las medidas que protegen a las personas, pero en cada una de ellas es esencial que la autoridad considere las desigualdades de nuestro país para que no sean siempre los mismos quienes paguen los costos de esta crisis, con rezago educacional, con sus trabajos y con sus vidas. Por eso, es necesario hacer un llamado a la reflexión. La crisis refleja desigualdades que no son nuevas, pero que se han acrecentado los últimos días. Este es momento de analizar cuáles son los cambios sustantivos que requerimos como sociedad, considerando la oportunidad que otorga el proceso constituyente.