Señor Director:

El vehemente llamado de la autoridad a vacunarnos obedece a una constatación de la realidad chilena y mundial en cuanto la reaparición de enfermedades infectocontagiosas altamente transmisibles y evitables, como el sarampión.

Hace 50 años, en Chile esta enfermedad viral afectó a unos 16 mil niños y mató a mil doscientos de ellos, siendo la tasa de mortalidad mucho más elevada en lactantes menores y en regiones más frías. El virus no tiene tratamiento y las complicaciones de tipo infecciosas, principalmente pulmonares, pueden ser letales.

Lo único probado a nivel mundial como efectivo es su prevención a través de la vacunación. La vacuna tiene la doble virtud de producir inmunidad a la persona y a la población, pero sólo si se alcanzan coberturas de vacunación superiores a 75-80%, de ahí el llamado masivo.

Con la introducción de la vacuna en Chile, en 1963, la baja en las tasas de morbilidad fue notoria, no existiendo muertes por sarampión desde 1993. El último año que Chile registró casos fue en 1999, creyéndose erradicada la enfermedad desde entonces. Es muy importante señalar que el control del sarampión ha sido difícil dada su contagiosidad, que requiere de altas coberturas de inmunización para interrumpir su transmisión.

Los virus están al acecho y no podemos descuidarnos. Hoy hay países de América amenazados con brotes de sarampión, especialmente Brasil y Estados Unidos, y en Chile ya se han reportado casos.