En Chile llevamos años soñando con el desarrollo. Sin embargo, si nos encandilamos con los datos duros, podemos quedarnos ciegos ante las carencias de nuestra sociedad. Una de las más graves es la educación, con un enemigo como el antagonista de Avengers, configurado por la falta de pertinencia de los currículums, los problemas de acceso a una formación de calidad y la exclusión de nuestro sistema, el que nos amenaza con dejar fuera del juego a millones de personas en el mundo, y sin que Thanos lo haga por nosotros.

Organizaciones, fundaciones y actores del mundo educativo y empresarial están conscientes estos problemas: resultados Simce sin avances significativos, falta de alineación entre oferta y demanda en liceos TP, la ausencia de un currículum para enfrentar la revolución digital, la necesidad de desarrollar capacidades antes que medir conocimientos, garantizar el acceso universal a educación desde la edad preescolar, fortalecer las capacidades docentes, entre otros. Estas desventajas impactan al ecosistema de las empresas, pues se traducen en capital humano poco calificado para enfrentar los desafíos de la economía digital. El peor problema es el actuar guiados por ideologías o dogmas que dicen lo que es bueno y lo que no es bueno, impidiéndonos avanzar y lograr acuerdos.

Debemos estar dispuestos a reconocer las buenas iniciativas de otros para generar cambios y a sumar a más actores para tener impacto.

Hoy, cuando unos pocos desadaptados con molotov y un discurso violento y excluyente (que ojo, son producto también de nuestro sistema) tienen prácticamente secuestrada a la institución escolar más representativa de nuestros valores republicanos, debemos entender que el juego-parafraseando la canción de Tiro de Gracia- ya se hizo verdadero, y debemos actuar con espacios de encuentros para que el populismo no queme todo lo avanzado, tal como Drogon con Daenerys en King's Landing. Se requiere acción y coraje para hacer lo correcto. Al menos eso, John Snow ahora lo sabe.