Señora Directora: Hace unas semanas su diario publicó una columna titulada 'Chile prohíbe la cúrcuma'. Hoy podemos agregar que Chile se queda atrás en la regulación de suplementos alimenticios, dejando a sus habitantes al margen de una verdadera revolución biotecnológica en el resto del mundo.

El descubrimiento constante de nuevas propiedades en los alimentos y la necesidad de las personas de fortalecer su organismo para garantizar su bienestar por más años han potenciado el surgimiento de una sólida y responsable industria de suplementos.

Los países desarrollados regulan a través de normas de buenas prácticas de manufactura (GMP), listados negativo de plantas -es decir, que no son aptas para el consumo-, que las etiquetas digan exactamente a lo que viene dentro del frasco y que la promoción de sus propiedades sea ética, demostrable y regulada.

Pero Chile ha optado exactamente por lo contrario, exigiendo a los suplementos registrarse como fármacos, lo cual es erróneo, arbitrario y hace imposible su registro. Los suplementos no son fármacos, no tienen efectos terapéuticos y no son fabricados en procesos químicos en laboratorios. Son simplemente extractos de plantas presentes en la naturaleza, que se ofrecen en grajeas, cápsulas o gotas. Creemos en la libertad de opción de las personas y rechazamos que el Estado decida qué deben o no consumir. El Estado debe garantizar la seguridad del consumo, pero no puede decidir por las personas.