Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2019-10-15
Tipo:   Suplemento
Página(s):   38-39-40-41-42
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   28x103

Pie de Imagen
Con Edzard zu Knyphausen y sus hijos Cósima, Anton y Filippa. A la derecha, en su primera comunión con sus padres.

Con el Grupo de los 21 en su casona de Llay Llay, que data de 1907. Una instancia de reflexión y conversación donde participan Gastón Soublette, Juan Pablo Izquierdo, Cristián Warnken y Patricia May, entre otros.
El Mercurio - Revista Ya
Cecilia García-Huidobro “Nunca he ocupado un cargo para hacer política”
La directora del Museo Violeta Parra ha profundizado el concepto de patrimonio y lidera proyectos como 'La maleta de Violeta', por el que lleva su museo a cárceles, hospitales y hogares de menores. 'Yo valoro a Violeta como uno de los epicentros de nuestra identidad'. Aquí habla de su trabajo y responde a las polémicas que ha vivido.


Cecilia García-Huidobro Moroder dice que encontró su vocación definitiva cuando descubrió el patrimonio chileno.

—Encontrar tu lugar en el mundo es el sentido que buscamos todos. Cuando volví a Chile dije: ‘Es ahí donde quiero estar'.

Fue en los años 90, cuando, a sus treintitantos, regresaba de Texas, casada con el barón alemán Edzard zu Knyphausen, después de vivir siete años en Estados Unidos, a donde viajó por razones profesionales de su marido. García-Huidobro había estudiado Filosofía en la Chile y en Texas hizo un máster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Rice, que terminó en 1992. Como licenciada en filosofía había enseñado en el colegio La Maisonnette y la Universidad Diego Portales, pero un instante de claridad le cambió el rumbo profesional. Lo tuvo a bordo del avión en que volaba con su familia a Chile. Poco antes de aterrizar, miró por la ventana y, al divisar la cordillera, algo le pasó en su conciencia. Rememora, tres décadas después:

—Cuando uno sale de Chile, todos los chilenos somos de profesión 'chilenos'. Viene algo muy especial: yo salí a los 27 y volví totalmente obsesionada. Este país siempre nos tira; acuérdate de Enrique Lihn cuando dijo: 'Yo nunca salí del horroroso Chile'. Le pasó, sobre todo, a mi generación, que no era tan cosmopolita como la de hoy.

Liderada por Marta Cruz-Coke, quien fundó la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile y quien la llamó a trabajar con ella, se puso manos a la obra. Ambas profesionales se conocían desde los tiempos de La Maisonette, cuando Marta había dirigido el colegio donde Cecilia estudiaba. García-Huidobro vicepresidió la Corporación y logró organizar, entre 1996 y 2008, proyectos de restauración, archivos e investigación del patrimonio y de la realidad museal en el país. También fue, desde 2006 y por seis años, directora nacional del Consejo de las Culturas y las Artes y su especialización se acrecentó. En 2010 se convirtió en agregada cultural de Chile en un país que adora, México, nombrada por Sebastián Piñera.

Se metió en el patrimonio, sin abandonar la filosofía:

—La filosofía es la madre de todas las ciencias, la mejor formación. Yo tengo una capacidad crítica, en el sentido kantiano, muy arraigada. Veo un proyecto y sopeso su sentido, la ética que está detrás. A mí me relacionan mucho con la praxis, pero soy muy teórica.

Desde 2016, está a la cabeza del museo Violeta Parra —una obra de arquitectura vanguardista y luminosa que recibe financiamiento del Estado, bajo la supervisión de la fundación del mismo nombre—, dedicado a la principal folclorista que ha tenido Chile.

Cecilia había tenido contacto previo con la familia Parra a través de un llamado telefónico que aún la emociona y que ella nunca esperó, en el año 2000. Isabel le pidió organizar la obra plástica de la folclorista en una sala destinada a ese fin en el Centro Cultural La Moneda y desarrollaron confianza.

Asumir, años después, la dirección del Museo de Violeta le fue casi natural.

Pero, en su tarea de difundir el mensaje y la obra de la creadora de San Fabián de Alico, García-Huidobro no se ha quedado solo en lo esperable.

—Yo valoro a Violeta Parra como uno de los epicentros de nuestra identidad, porque ella creó desde la genialidad. Ella lo que habló, lo que recopiló y lo que creó fue siempre desde la genialidad. Es un caso muy atípico. Que con su historia haya seguido su vocación interna sin titubear es impresionante. Y ahora la estamos llevando a las cárceles: un proyecto más afectivo que intelectual. Se llama 'La maleta de Violeta'.

Es una de sus grandes líneas de trabajo, generada por la necesidad de difundir la figura de la folclorista fuera de los muros del museo. Durante meses, fotos, grabaciones, objetos personales y reproducciones de sus óleos y arpilleras han llegado a hospitales, hogares de menores y escuelas rurales bajo una mirada educativa que impulsa a la participación. Pero su destino clave son los reclusos de las cárceles.

—Quienes están en la base de la pirámide son los presos, por eso empezamos con las cárceles de menores. Hay niños presos, y esto hay que decirlo, menores de 18 años ¡y con condenas de cuatro años! Con este proyecto hacemos talleres, les llevamos música y el mini-museo de la Violeta.

Las visitas son mensuales; este septiembre llevaron a la Penitenciaría a un grupo de cueca. Esta directora privilegia 'La maleta de Violeta' en su contacto con reclusos, porque estima que el mensaje de la artista conecta y entrega esperanza. 'Si hay algo que ella hizo fue cantarle a la existencia humana en sus dolores, penas y alegrías. Su mensaje es universal. Me gustaría profundizar y sistematizar este trabajo con las cárceles. Para el próximo año quiero armar algo mucho más potente'.

No es todo.

Que Violeta sea una de las pocas mujeres en el mundo con un museo, inspiró a esta licenciada en filosofía para hacer un encuentro de museos femeninos, en Chile, en 2020. Es un desafío: Cecilia asegura que ellos son contados en la historia museal internacional.

—En Chile hay solo dos, los de Gabriela Mistral y Violeta Parra. Y en el mundo son muy pocos: los de Frida Kahlo y Leonora Carrington son los únicos en México. En Perú no hay ninguno, en Colombia no hay ninguno. Por eso quiero hacer un encuentro de museos dedicados a mujeres; ya estoy haciendo el barrido.

García-Huidobro cuenta con que estarán presente el Archivo-Museo de la coreógrafa alemana Pina Bausch en Wuppertal; el berlinés de la artista Käthe Kolwitz y el londinense de la fundadora de la enfermería, Florence Nightingale. 'Virginia Woolf no tiene museo. Chabuca Granda tampoco, pero estuve en conversaciones con peruanos a ver si lo arman. Existe el de Georgia O'Keefe en Estados Unidos, pero hay muy pocos'.

—¿A qué otra chilena le dedicaría usted un museo?

—A Elena Caffarena, una pionera de la emancipación de la mujer, a través del Movimiento Pro Emancipación de las Mujeres de Chile. Pero, más importante, creó la revisión de mujeres albergadas en distintas colecciones, que han sido invisibilizadas. Como el legado de Grete Mostny en el Museo de Historia Natural.

Precoz en el patrimonio

Esta madre de tres profesionales conectados con el arte —Cósima, artista quien vive en Berlín; Filippa, consultora de arte, y Anton, arquitecto— fue precoz en su interés por el patrimonio. Su abuelo, Fernando García-Huidobro Domínguez, quien trabajaba en la Sociedad de Canalistas del Maipo, fue un personaje clave en su niñez. La casona de sus abuelos paternos —en la esquina de El Bosque y Lota— es una imagen que Cecilia García-Huidobro lleva en la retina. La añora hasta hoy.

—Es una casa que lloro, porque para mí es como la casa natal, todos tenemos una con la que nos identificamos. Pasé muchas horas ahí: me encantaba sentarme con mi abuelo paterno a que me contara historias de Santiago antiguo, las cosas que había vivido. Veíamos fotos. Me contaba de las primeras veces que llegó aquí un avión y aterrizó en el Parque O'Higgins o cuando llegó la luz eléctrica. Los cambios han sido muy vertiginosos y él, como niño, vio esas cosas.

Su niñez la definió en una búsqueda de sus raíces que dura hasta hoy, no solo las familiares, también las de Chile. Así llegó a una antigua casa de Llay Llay, que hoy pertenece a su familia.

—La restauré, una locura que hice. Una casa que se cruzó en mi vida, cuando me invitaron a ver lo que se podía hacer. Te juro que dije: 'No puedo creer esta casa, es demasiado linda'. Con un parque de cuando recién se había construido en 1906. Después de diez meses me dijeron que la vendían y para mí fue un sueño. Dije: 'Me lanzo'.

García-Huidobro tuvo, además, otra mirada que influyó en su decisión. Sintió que, si no la compraba, era otra casa patrimonial que se perdería.

—Es la única casa Belle Époque en el campo chileno, tiene toda una historia, una memoria. Yo siempre he buscado las raíces. Obviamente fue la influencia de mis abuelos, por sus historias.

La propiedad y el campo de Llay Llay han sido importantes. El marido de Cecilia, el empresario alemán Edzard zu Knyphausen, proviene de una familia que, por generaciones, se ha dedicado al vino. Tienen cultivos en un pueblo a orillas del Rhin, llamado Eltville. Producen Riesling. Desde hace cinco años, Cecilia y Edzard continúan la tradición en Llay Llay.

—Tenemos una viña boutique, Barón Knyphausen. Ya hicimos el viñedo, estamos cosechando. Producimos vinos tintos y los exportamos. Y traemos los blancos desde Alemania, porque hicimos una alianza con el hermano de Edzard.

La producción en Llay Llay es de entre tres mil y cuatro mil botellas.

Tener esta antigua casa de campo inspiró a Cecilia García-Huidobro para presidir la Asociación de Casas Históricas y Parques de Chile.

—¿Entendió su familia su giro desde la filosofía al patrimonio?

—Soy muy afortunada de tener el marido que encontré. Ya son 30 años de casada, una vida entera. Respecto a mi profesión, fui la persona que yo era. Fui auténtica. A lo mejor pude haber estado más en el hogar, pero mis hijos tuvieron una mamá tal como era. Yo creo que ellos se inspiraron y también han hecho cosas muy interesantes. (…) Vieron una mamá que era entusiasta de la vida y de las cosas.

La marca de los Parra

Pero en la infancia de Cecilia García-Huidobro hubo más epifanías. Una fue premonitoria: recuerda haber visto, como a los 8 o 9 años, en la televisión la imagen de una mujer que la impactó: se llamaba Violeta Parra. Era un programa de la época pionera de la televisión. Hasta hoy ve la imagen con nitidez.

—¿Qué la impactó de ella?

—Fue una conexión rara. Ves algo que te habla, una energía, no lo puedo definir. Para mí fue igual como la primera vez que escuché cueca. Escuché a Nano Núñez dije: 'Esto no puede ser'. Escuché esa cueca y vi a ese personaje y dije: '¿Qué es esto?'. Pero digamos que la Violeta tampoco era un personaje que estaba en mi vida, yo en mi adolescencia escuchaba a Emerson, Lake & Palmer.

Recuerda la llamada de Isabel Parra al principio del nuevo milenio: otro momento clave en su vida.

—Ella me dijo: 'Con Ángel queremos donar estas obras que tenemos de la Violeta para hacer un museo'. Me junté con ella y las vimos, eran obras extraordinarias. Yo estaba absolutamente honrada de que la Isabel Parra me llamara.

—¿Como ha sido relacionarse con los Parra?

—Isabel y Ángel tenían caracteres y visiones muy distintas. Yo los he admirado siempre. Me considero amiga: fui muy amiga de Ángel y con la Ruth, su viuda, todavía mantengo amistad. También con la Javiera, a Ángel chico no lo veo. Patrimonialmente hablando, creo que han jugado un rol demasiado importante para Chile. La generosidad de haber juntado y cuidado las obras de su madre, de haber escuchado lo que ella decía… Ella decía: 'Esto es para Chile'. Y haber tomado eso como un mandato desde el exilio, sin plata, sin recursos. ¡Todo lo que hicieron para mantener juntas esas obras! Y, finalmente, dar una batalla de muchos años hasta que lograron el museo, eso traspasa todo.

—Los Parra manejan un acervo…

—Creo que los Parra son una estirpe aparte, de difícil comprensión, quizás, para todos. Hay algo especial en ellos. Tienen un gen de genialidad y los genios siempre son diferentes. (...) Yo los respeto en su individualidad. Tengo un cariño real, verdadero, por ellos. Y admiración.

—¿Cómo ve usted la pugna familiar entre los herederos de Nicanor y los de Violeta? ¿Qué se puede hacer para salvaguardar sus patrimonios?

—Creo que el primer patrimonio que existe es la familia y, por lo tanto, es la familia la que tiene que resolver. Las instituciones tenemos que estar disponibles: estamos al servicio de lo que la familia resuelva.

—Desde el punto de vista patrimonial, ¿justifica usted un museo para Nicanor y Violeta juntos?

—Lo encontraría un aporte fabuloso para el país y para el mundo. Juntar a estos dos hermanos, a estos titanes de nuestra cultura, cada uno en su especificidad y con su bagaje. Eso no quita la importancia de tener las Casas-Museos de Nicanor Parra. Una casa-museo reflejaría la historia y las características propias de Nicanor, algo muy valioso.

—Pero Isabel Parra está en una posición contraria a que se junten los museos de ambos.

—Es un tema que debe resolver la familia. Si me preguntan mi opinión, yo digo que sería una maravilla.

García-Huidobro va más allá. Dice que lo que ella llama maravilla —un tesoro patrimonial— podría extenderse a Roberto y Lalo Parra, a Hilda, también a Catalina, una artista prestigiada.

—No solo ellos, también a su descendencia. Cómo, de alguna manera, poder tener a esta dinastía cultural... Hacerlo todo es difícil... Creo que existe el interés de las instituciones, de tener un espacio en el museo Violeta Parra para armar algo nuevo para Nicanor. ¡A mí me fascinaría!

Pero no todo ha sido fácil para Cecilia García-Huidobro.

En 2017 fue duramente criticada por integrar un comité por la candidatura de Sebastián Piñera, siendo directora del Museo Violeta Parra.

—Yo tenía mi opción política. Me llamaron para estar en un comité ciudadano por el patrimonio, cuando él era candidato. Y yo dije por supuesto, porque siempre he estado en ¡todos! los comités que me han llamado, gratuitamente. ¡Pero de repente me veo en un comité electoral! (…) Yo había aceptado estar en un comité ciudadano del patrimonio, pero no en un comité electoral. ¡Y es que nunca he estado en el comité electoral de nadie! (…) Y yo también entiendo: tú no puedes ocupar tu cargo ni para la derecha ni para la izquierda ni para el medio. (…) Que era mi opción votar por Piñera, de todas maneras, no tenía por qué ocultarlo. Pero nunca ocupando el cargo, eso no lo habría hecho jamás. Pedí que me sacaran.

—¿Y la sacaron?

—Sí. (...) Tuve apoyo total de la Isabel (Parra) y de todos.

—¿En el museo entendieron?

—Me dijeron: 'Vota por quien quieras, para nosotros no es tema'.

—La familia Parra le dio su visto bueno para dirigir el museo de Violeta. independientemente de su opción política…

—¡Es que yo me abanderé toda mi vida con la cultura! Ese ha sido mi sello. Y he estado muy al servicio de todos los gobiernos, de cualquier gobierno. En el Consejo Nacional de la Cultura, en el comité de aquí, en el de allá. Siempre he estado, porque me importa. Y, en este caso, yo diría que fue un malentendido.

Aceptó las críticas y dice que, para su sorpresa, recibió apoyo de gente que ella no conocía.

—La gente de Derechos Humanos toda me apoyó. Yo quedé impactada. He dado muchas batallas en mi vida y puedo salir al frente y recibir los dardos, pero esta batalla no la quería dar porque nunca la pensé. (…) Creo que fue un malentendido. Pero sí quiero decir que yo nunca he ocupado un cargo, ni este ni otro, para hacer política. Jamás. Y nunca lo haría.

—Alguna vez se habló de que usted sería una buena ministra de Cultura.

—Para mi sorpresa. Después de esta, llegó otra ola: 'Como la persona que todos quieren para ministra'. Lo tomé como el halago más grande. Eso fue cuando salió electo Piñera, dos meses después. ¡Pero yo, como digo, no estoy en nada en política!

—¿Y le gustaría ser ministra?

—Nooooo. Ni siquiera es tema. Porque yo no estoy en política y creo que un presidente tiene que elegir gente de su confianza. Pero me sentí muy halagada de haber sido tan nombrada por mis pares, por la gente del mundo de la cultura, gente que yo ni conocía, como Pedro Cayuqueo. Lo he tomado como un homenaje, con el mayor agradecimiento. (…) Yo creo que te toca el destino o no te toca, pero eso no me va a tocar porque nunca he trabajado en política.

—¿Cómo se ve usted en diez años más?

—El entusiasmo es lo que me mueve y me da energía. Si tú me dices, entre los 30 y hoy, ¡estoy idéntica! No cambio mi energía y soy súper trabajadora. Estoy en el directorio de la Corporación del Patrimonio Marítimo y en el del Instituto de Conmemoración Histórica; en el de la Sociedad de Bibliófilos y en el de la Cámara Chileno-Mexicana, a cargo de cultura. Acabo de dejar el Club de la Unión, fui la primera directora en su historia.

Recuadro
En 2020 organizará un encuentro de museos femeninos en Chile. Vienen de todo el mundo.
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Por María Cristina Jurado. Retrato Sergio Alfonso López. -