Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2020-07-12
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   D4-D5
Sección:   Reportajes
Centimetraje:   54x34

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- 'Chile debería suscribir con urgencia un pacto para la década'.
El Mercurio
Rodrigo Hinzpeter:
“Apoyar medidas populares no es suficiente para construir un nuevo tipo de derecha”
El emblemático exministro del Interior del primer gobierno de Piñera habla del actual momento político con crudeza. 'La pregunta que me hago es por qué diablos el Gobierno no es capaz de mantener a su coalición unida'.
El 12 de mayo murió su papá de coronavirus. Tenía 81 años. Estaba con un deterioro cognitivo que, como cuenta ahora a través de la pantalla, 'lo había transformado en una persona exquisita. Se olvidaba de cosas, pero conversar con él era un agrado, porque se había transformado en alguien muy alegre y liviano de alma'.

Rodrigo Hinzpeter está en su casa, con dos gatos y un perro. Bastante más chascón, pero con la misma barba que usa hace años. La soledad la palia con visitas intermitentes de sus hijos y harta lectura. Ahora está obsesionado con autores centroeuropeos del siglo XX como Sandor Marai, Stefan Zweig o Arthur Koestler.

Desde 2014 es gerente legal de Quiñenco, trabajo que lo entusiasma mucho y en el que se proyecta por bastante tiempo, dice. Además, desde hace unos días, es el nuevo presidente del capítulo chileno del Consejo Empresarial Chile Argentina en reemplazo de Horst Paulmann, motivo por el cual había aceptado romper su autoimpuesto silencio, aunque la contingencia política en la derecha, sector en el que militó y donde sitúa su identidad política, cambió el rumbo de la conversación.

La última vez que estuvo en los titulares fue el 25 de julio de 2019, cuando se salvó de milagro de un atentado en su contra.

–¿Se puede superar ese miedo?

–Una experiencia como esa, desgraciadamente, no se olvida nunca; se aprende a vivir con ella y con todo lo que significa. Prefiero no ser más explícito en esto.

Hace justo 10 años, Hinzpeter, entonces de 44 años, militante de RN —partido del que se desafilió en 2014—, era el ministro del Interior de Sebastián Piñera en el año del terremoto, el Mundial de Sudáfrica, el Bicentenario y el rescate a los mineros.

–¿Una década después podría robarle la frase a Michelle Bachelet 'cada día puede ser peor', ¿lo ve así?

–No comparto eso. Hace 10 años estábamos con muchos y enormes desafíos que venían de la pandemia del terremoto.

–Pero el gobierno no enfrentaba una pandemia política.

–Es cierto, no se había expresado la pandemia política de ahora. Pero también es cierto que esto no lleva solo cuatro meses. En los últimos 15 años, por distintas razones, este país se ha deteriorado y perdido influencia; si no tomamos conciencia de que debemos volver a ser el 'buen alumno' que fuimos, vamos a cavar profundo en el subdesarrollo.

–Hace diez años no había esta desafección y desorden en la derecha.

–El desorden de la derecha ocurrido ayer (votación del retiro del 10% de las AFP) tiñe mucho porque es un episodio demasiado emblemático en un tema emblemático. En consecuencia, decir que todo está como estuvo ayer no es preciso. Pero definitivamente hay desgobierno, falta de liderazgo político, ausencia de juicio técnico y de responsabilidad política muy grande, que excede a este episodio.

–¿Se refiere al desgobierno del Gobierno?

–Del gobierno, pero no solo del Gobierno…

–Comenzando por el Gobierno, ¿cuál es su análisis?

–Como es razonable, me sale difícil criticar al Gobierno de manera pública (se queda un momento callado), me cuesta.

–Pero tendrá opinión sobre los errores.

–Bueno, creo que se han cometido errores en el manejo del orden público y en la forma en que se comunicaron las medidas que se adoptarían para controlarlo, así como en el manejo de la pandemia y la forma en que se ha comunicado su manejo.

–¿Qué ocurre ahí con el rol del ministro del Interior, que usted ocupó?

–Por razones que no conozco, el ministro del Interior ha sido una figura un tanto ausente. El cargo es muy difícil, y se pueden cometer errores, pero si uno es ministro del Interior, debe asumir el riesgo de pecar por presencia y no por ausencia.

–¿Esa ausencia viene desde el último año del ministro Chadwick?

–Creo que son ausencias distintas. La de Andrés Chadwick se produjo, creo, más a partir del caso Catrillanca. Pero la vocación de ministro del Interior la veo nítida en Chadwick. Sin embargo, tengo la impresión de que Gonzalo Blumel es una persona que, legítimamente, no ha tenido vocación de ministro del Interior. Eso lo ha hecho pecar de ausencia.

–¿Qué errores concretos ha cometido el Gobierno en relación con Chile Vamos?

–Todos los gobiernos cometen errores, pero también todos los partidos políticos. El error más reciente y fundamental de un grupo de congresistas es declarar que se 'acabó la paciencia', y entonces se va a estar en contra del gobierno que uno apoya. En la política la paciencia debe ser infinita cuando se trata de las ideas de un sector. Y considero completamente inapropiado apoyar un proyecto a partir de que se haya agotado la paciencia en otras materias.

–Esa fue la UDI, ¿RN sigue siendo un problema para el Gobierno, al igual que cuando usted era ministro?

–En el primer gobierno del Presidente Piñera, los problemas no los tuvimos solo con RN. Me acuerdo haber tenido un problema muy severo con la UDI cuando impulsé el Acuerdo de Vida en pareja.

–Pero en esta oportunidad la mayoría de los diputados de RN se abstuvieron, partiendo por su presidente. ¿Punto de inflexión?

–No asigno mayor importancia al partido al que pertenecen los que apoyaron el retiro de fondos previsionales, partido en que el Presidente Piñera además dejó su militancia hace tanto tiempo. Y personalmente, para un gobierno no creo en los 'puntos de inflexión', ni cuando se dice que esto marca 'un antes y un después'.

–¿Comparte que el Carlos Larraín de entonces es el Desbordes de ahora?

–(sonríe) La relación del Presidente Piñera con RN no ha sido fácil ni con Carlos Larraín ni con Mario Desbordes, pero por razones distintas. Pero al final del día la pregunta que me hago es por qué diablos el Gobierno no es capaz, a través de algún liderazgo político, de mantener a su coalición unida. Sobre todo con un desafío tan aglutinante como es esta pandemia.

–¿Y cuál es la respuesta?

–No es posible encontrar una sola razón. Contribuye una baja sustantiva en la calidad de muchos miembros del Congreso. Hay inflexibilidad en algunas materias por parte del Gobierno. Y, algo completamente fuera de control, un afán de popularidad fácil en demasiados congresistas.

–El ministro Blumel señaló que "quizá vamos a tener una coalición más chica, con más convicción. ¿Terminará pasando?

–El Gobierno debiera intentar que esto salga cuánto antes del debate público. Queda mucha tramitación legislativa. Siempre hay que estar dispuesto a volver a empezar y, como se titula un libro que leí hace un tiempo, 'También esto pasará'… o en este caso sería 'hay que trabajar para que esto no pase'.

–¿Le sorprende la polarización que despierta la figura del Presidente Piñera?

–Los presidentes en Chile y el mundo en muchos momentos tienen niveles de apoyo bajo, lo mismo le pasó a la Presidenta Bachelet. Sobre todo cuando un Presidente enfrenta situaciones tan complejas como las ocurridas después de octubre. Dicho eso, creo que debe hacerse un esfuerzo más cuidadoso de algunas formas que en los tiempos que corren resultan irritantes para la ciudadanía y que son relativamente simples de solucionar. Por ejemplo, me parece que el uso de analogía bélica es un error, tanto en octubre como hoy. Hablar de que la pandemia es un enemigo formidable y poderoso o que estamos en guerra, no es bueno porque las palabras crean realidades o predisponen el ánimo. En segundo lugar, algunas 'indisciplinas' completamente evitables, en tiempos en que todos estamos haciendo esfuerzos por respetar la cuarentena, es poco comprensible el descuido.

–¿Por qué esos errores ?

–No voy a hacer un análisis. Para lo que me cuesta hacer un juicio público crítico hacia el Gobierno, ya he dicho suficiente.

–A usted le tocó un 2011 muy difícil, ¿qué de su experiencia traspasó a las autoridades de ahora? ¿Le pidió consejos el ministro del Interior?

–No.

Pacto para la década

–Tres meses después del atentado en su contra llegó el estallido social, y con él, varias acciones muy violentas. ¿Cree que lo suyo se enmarca en una escalada a la que nadie le prestó mucha atención?

–Tengo un juicio formado al respecto. Con la complacencia de algunos, con la mirada adormecida de otros, dejamos entrar la violencia a nuestra convivencia democrática. La violencia se fue filtrando lentamente, proceso que venía de antes de octubre de 2019. Por ello, mientras fui ministro del Interior, quisimos dotar al país de un cuerpo normativo que democratizara ciertos derechos, como el a expresarse, demasiadas veces capturado por grupos violentos, pero me fue mal, aunque luego he leído a varios opositores de entonces reconocer que fue un error haberse opuesto.

–¿Ve un cambio en el mundo empresarial tras el estallido social y la pandemia?

–Las críticas al mundo empresarial me parecen injustas y desproporcionadas. Los empresarios, en términos muy mayoritarios, hacen un aporte enorme, corren riesgos en un entorno muchas veces bastante hostil y con una burocracia estatal que en variadas ocasiones es una gran y pesada mochila. Sin los empresarios, como sin los trabajadores, el país no habría avanzado tanto en desarrollo humano en todos estos años, y no hay que tener temor ni menos vergüenza en expresarlo. Ahora, quien debe hacerse cargo de los que incurren en la violencia, por una parte, y de quienes han quedado rezagados y necesitan ayuda, por la otra, es el Estado.

Pacto 2020-30

–¿Ve con preocupación —como exministro y hoy fiscal de un grupo económico— el cómo se abordan las iniciativas legales?

–Si se refiere a las iniciativas legales inconstitucionales, bueno, qué puedo decir. Son un precedente pésimo de comportamiento por parte de los congresistas que las impulsan. No hay demanda ciudadana, por noble que una autoridad la estime, que le permita pasar por alto la Constitución, ni hay autoridad que pueda atribuirse facultades que la ley no le entrega.

–¿Qué salidas ve?

–Creo que Chile debiera suscribir con urgencia un pacto para la década 2020-30 definiendo cuestiones básicas de nuestra sociedad y así terminar el zigzagueo observado. No podemos seguir discutiendo cada tres años reformas tributarias. El movimiento de los 'pingüinos' comenzó a pedir una educación de calidad el 2005 y un niño que no había entrado al colegio a esa fecha, hizo toda su educación, egresó y aún continúa la discusión. Entonces, además de impotencia, digo: ¡la política no puede tener esos tiempos!

–¿Con lo que sucedió el miércoles no se hace más difícil querer pactar?

–A la inversa. El pacto para la década es el gran desafío que debieran buscar hoy el Gobierno y todos los liderazgos políticos responsables. Estamos en tiempos muy malos para el país. Tengo temor de lo que va a ser la discusión constitucional. Este país hoy no está en condiciones físicas ni anímicas… Es como los futbolistas que están con un desgarro, entrar a la cancha solo empeorará su lesión. Bueno, hoy Chile tiene un 'desgarro' que tiene que ver con el tipo y nivel de violencia vivida, la pandemia y la crisis económica que vendrá. Ese 'desgarro' hace muy complejo entrar en un debate constitucional.

–¿Por qué?

–Me inquieta mucho que algunos pudieran estar viendo en este debate la oportunidad para una especie de proceso deconstituyente, es decir, de vaciamiento institucional máximo, para un comenzar de cero, muy útil para eso el concepto de la 'hoja en blanco' y todo lo que significa. Y si, por otro lado, cierto sector de la derecha entra al debate pretendiendo frustrar todo cambio, viviremos tensiones para las que no creo que haya buen ánimo. Eso puede terminar mal.

–¿Piensa que es mejor votar Rechazo?

– No creo que la opción del Rechazo sea viable, por realismo político. Estoy convencido de que es fundamental y justo agregar al Congreso que se deberá escoger también en 2021 como opción a la segunda pregunta, sobre el órgano que debiera redactar una nueva Constitución. Hoy que hemos vivido esta pandemia y que viviremos una situación de extraordinario sacrificio socioeconómico, sería sensato ofrecer esa opción.

–¿Surgió esa nueva derecha que planteó en 2010? ¿La encarnó Evópoli, Desbordes?

–La derecha ha tenido evolución en sus liderazgos, pero para poder hablar de que estamos frente a una nueva derecha, hay que desarrollar una visión doctrinaria amplia, orgánica y completa en todos los ámbitos: económico, de libertad, rol del Estado, medio ambiente. Por ahora esa visión completa no la observo en nadie. Pero sí es importante que esa visión que identifico con una nueva derecha se está demandando por la gente. Apoyar medidas populares que favorezcan a un sector socioeconómico medio bajo no es suficiente para construir un tipo de derecha.

–Aunque no es militante ya, y pensando en una nueva derecha, ¿cree que es mejor que Desbordes siga al mando de RN o que llegue un Andrés Allamand?

–La neutralidad es un privilegio de los que ya han tomado partido, leí por ahí —sonríe—. Tengo mi opinión clara. Si en algún momento siento que expresarla ayuda, lo haría. Pero la verdad es que esa elección la deben hacer los militantes y, como dices, yo no soy.

Recuadro
- 'Por razones que no conozco, el ministro del Interior ha sido una figura un tanto ausente'.

- "Me parece que el uso de analogía bélica es un error, tanto en octubre como hoy'.
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Paula Coddou B.-