Solo 51 establecimientos educacionales habían reabierto hasta ayer, una cifra baja si se contrasta con los cerca de 11 mil colegios del país. Los que podrían abrir, desde el punto de vista sanitario, son muchos más: el Mineduc, de hecho, cifró hace pocos días en 46 mil los alumnos de comunas libres de contagios.

Un análisis de Libertad y Desarrollo detectó que hay 923 recintos en zonas del país que, en el último mes —según datos del Mineduc y el Minsal, al 18 de septiembre— tuvieron entre cero y diez casos nuevos.

Estas comunas concentran más de 96 mil estudiantes. Lo complejo es su perfil: 70% son alumnos prioritarios. Es decir, tienen una situación socioeconómica que puede dificultar sus posibilidades de aprendizaje.

El ministro de Educación, Raúl Figueroa, reafirma que si bien todos se ven afectados por la suspensión de clases, el perjuicio tiene 'mayor profundidad' para los niños de familias con menores ingresos, lo que 'podría impactar directamente en el aumento de brechas'. En esa línea, recuerda los resultados del análisis hecho con el Banco Mundial que advirtieron que los niños del primer quintil podrían perder en promedio hasta 95% de los aprendizajes del año.

Daño profundo

El informe 'Antecedentes sobre la reapertura de las escuelas en pandemia: es necesario avanzar', de LyD, reúne evidencia del impacto que tiene el cierre de las escuelas como medida sanitaria pero también sus costos, que van desde la posibilidad de que las brechas aumenten a efectos no académicos, como un aumento de la tensión en los hogares y la dificultad que se genera para los padres que trabajan.

En cada ámbito, recalca el documento, el impacto 'no es el mismo para todos (…) hay sectores de la población en los cuales los beneficios de una apertura son mucho más evidentes y urgentes'.

María Paz Arzola, coordinadora del Programa Social de LyD, llama a fomentar el diálogo en torno al regreso: 'Hay temores que solo se pueden ir superando con la conversación (...). A veces parece que cuando se habla de abrir las escuelas uno se refiere a volver a lo que era antes, pero las ideas que hay de ninguna manera apuntan a eso, sino a que las escuelas contribuyan como un espacio más para seguir adaptándonos a esta realidad de convivir con el virus'.

Cristián Infante, rector del Colegio Marista Marcelino Champagnat (La Pintana) conoce bien los efectos de la suspensión de clases en los sectores vulnerables. En ambientes de hacinamiento y sin el capital cultural que tienen otros estratos, dice, los niños enfrentan enormes dificultades para aprender a distancia.

'Un trabajo que para otros puede tener un nivel de dificultad cinco, para ellos es un 20. Y si llega la siguiente guía y no entendieron lo anterior, es un 40. Así, esto va in crescendo y cada vez más tenemos niños que botan esto', dice y añade que 'mientras los días pasan, esto es como una aplanadora que va moliendo cada vez más'.