Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2025-02-21
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   22
Sección:   Empleo y Educación
Centimetraje:   32x25

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Héctor espera compatibilizar sus estudios con su trabajo como estacionador.

'Siempre me ha gustado trabajar', cuenta Hortensia Quezada, de 93 años.
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'Los perros se me acercan, me siguen, es como si me reconocieran'
Mechón senior: Héctor Narváez va a estudiar Veterinaria a los 75 años
Aunque no sabe si encontrará trabajo al recibirse, quiere contar con herramientas para cuidar a sus mascotas.
Desde que tiene memoria, Héctor Narváez ha vivido rodeado de animales. Creció en Domeyko, Región de Coquimbo, con un problema intestinal derivado del consumo de agua contaminada en su pueblo minero natal. Desde pequeño sufrió complicaciones digestivas; según cuenta, una curandera le sugirió a su madre alimentarlo con leche de burra para fortalecerlo. 'Los perros se me acercan, me siguen, es como si me reconocieran. Alguna vez me dijeron que es porque tengo el ADN de ellos. Y sí, puede ser. Yo los siento como parte de mí', confiesa.

En su familia, como en muchas otras de la época, tener diez hijos o más era común. Sus padres hicieron lo posible por criarlos, pero no todo estaba siempre al alcance ('por criar a uno, no criaban al otro'). A los 8 años Hector vendía pan en las calles de La Serena; luego trabajó en diferentes oficios, desde la recolección en el campo hasta el estacionamiento de vehículos en Coquimbo, donde sigue laborando en turnos nocturnos. No fue sino hasta hace unos años que pudo retomar su educación.

Estudió en un colegio nocturno y terminó la enseñanza media con un promedio destacado. Con esa meta cumplida, no dudó en ir por más. Aunque su primera opción era Traducción, su amor por los animales lo llevó finalmente a optar por la Medicina Veterinaria y se matriculó en la Universidad del Alba de La Serena, donde estudiará gracias a una beca completa entregada por la institución.

'Si no termino la carrera, al menos quiero aprender lo suficiente para ayudar a los animalitos', proyecta. Todos los perros de Héctor son recogidos de la calle. 'Dalila, por ejemplo, es epiléptica. Yo no sabía que los perros podían tener epilepsia. Al principio no sabía qué hacer, pero aprendí a ayudarla. Ella además tiene un quiste en su pata derecha, es viejita, pero ahí está, dándome amor'. ¿Otros? 'María, que está 'casada' con Guagüito. Y que es conocida como la señora de Guagüito'.

No es un desafío menor estudiar a los 75 años.

'Pucha. Ojalá la luz y el sol me alumbren. Al menos voy a saber cómo darle un remedio si un perro está enfermo. Los animales son nuestros hermanos, ellos no hablan, no dicen 'me duele aquí, me duele allá'. Solo quieren cariño, amor, alguien que los atienda. Para mí es difícil, porque trabajo y tengo poco tiempo para estudiar. A veces almuerzo de pie, con la cuchara en la mano porque me llega un auto y tengo que salir corriendo. Y ahora voy a tener que ir a rendir exámenes en la universidad. Pero voy a ponerle empeño'.

¿Le gustaría trabajar como veterinario una vez que termine la carrera?

'Por supuesto. Sería grandioso. Trabajar cuidando autos y ser médico veterinario son dos cosas muy distintas. No busco hacer dinero con esto, sólo quiero aprender y ayudar a los animales. No sé si a mi edad alguien me dará trabajo, pero no es lo que me preocupa. Lo importante es hacer algo significativo con el tiempo que tengo'.

¿Qué perspectivas ve una vez que termine la carrera?

'Uh. Es una palabra muy difícil. Imagínese, tengo 75, me estaría recibiendo a los 81, 82 años, y entre medio la tesis, o me puedo quedar pegado en un ramo. No busco plata con esto. ¿Quién me daría trabajo a los 80 años? Nadie. Además, uno a esta edad ya tiene achaques -que la pierna, que el corazón-, pero yo me cuido. Camino bastante, voy a la playa con mis perros, eso me mantiene bien. El agua salada les sirve, no necesitan remedios para pulgas o garrapatas'.

¿Por qué le gustan tanto los perros?

'No nos piden nada a cambio. Son sanos: no toman, no fuman, no piden plata, no consumen droga ni andan pelando. Ellos son animales indefensos'.

Trabajo a los 93

Hortensia Quezada, a sus 93 años, siempre ha sido una fiel colaboradora de su hijo, el contador Marcelo Quezada. Hoy la ayuda con la administración de departamentos amoblados, cuestión por la que recibe un salario de $500.000 mensuales. 'Siempre me ha gustado trabajar, soy igual de inquieta que mi hijo', dice con entusiasmo. Hoy, colabora en la preparación de los departamentos para nuevos arrendatarios, asegurándose de que cada espacio reciba a sus ocupantes con un aroma agradable, flores frescas y pequeños detalles como costureros armados en cajas de galletas metálicas. 'Es lo mismo que uno quisiera cuando llega a un departamento nuevo, que no falte nada', define.

El trabajo ha sido una constante en su vida, acompañando a su hijo desde sus primeros años como contador, cuando le ayudaba a organizar boletas y facturas en una pequeña oficina en Tenderini. 'Yo soy la mejor socia que ha tenido', asegura. Hoy, aunque deja las tareas pesadas a otros, se encarga de los toques finales, siempre acompañada por Rosita, su cuidadora y compañera de almuerzos. Su mayor alegría sigue siendo su casa en Melocotón, el refugio que su hijo le regaló hace 25 años. 'Ahí se me quitan todos los achaques', afirma.
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WILHEM KRAUSE-