SEÑOR DIRECTOR:
Una niña esclavizada en Rengo. Un niño obligado a vivir bajo encierro en Iquique. En menos de una semana, Chile ha conocido dos casos estremecedores de violencia contra la infancia. Casos que, lamentablemente, no son aislados. Son el reflejo de una realidad estructural, dolorosa y, lo más grave, muchas veces invisible.
En el país se estima que 7 de cada 10 niños y niñas han sido víctimas de algún tipo de violencia. Y no siempre se trata de encierros o abusos extremos. A veces, el daño se inflige con un grito, un golpe 'correctivo' o un castigo humillante. Eso deja huellas, muchas veces imborrables.
No podemos seguir reaccionando únicamente cuando un caso estremece a la opinión pública y siendo cómplices pasivos. Urge construir una cultura real del cuidado, donde la dignidad y seguridad de los niños sea una prioridad cotidiana.
Chile no puede seguir naturalizando formas de violencia hacia la infancia. Es momento de asumir colectivamente que su protección no es una causa sectorial: es una responsabilidad social, política y ética impostergable.
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Lucy Ana Avilés Fundadora y presidente del directorio de Fundación Viento Sur -
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Nex Prensa Escrita
Violencia contra la infancia
La Tercera
SEÑOR DIRECTOR:
Una niña esclavizada en Rengo. Un niño obligado a vivir bajo encierro en Iquique. En menos de una semana, Chile ha conocido dos casos estremecedores de violencia contra la infancia. Casos que, lamentablemente, no son aislados. Son el reflejo de una realidad estructural, dolorosa y, lo más grave, muchas veces invisible.
En el país se estima que 7 de cada 10 niños y niñas han sido víctimas de algún tipo de violencia. Y no siempre se trata de encierros o abusos extremos. A veces, el daño se inflige con un grito, un golpe 'correctivo' o un castigo humillante. Eso deja huellas, muchas veces imborrables.
No podemos seguir reaccionando únicamente cuando un caso estremece a la opinión pública y siendo cómplices pasivos. Urge construir una cultura real del cuidado, donde la dignidad y seguridad de los niños sea una prioridad cotidiana.
Chile no puede seguir naturalizando formas de violencia hacia la infancia. Es momento de asumir colectivamente que su protección no es una causa sectorial: es una responsabilidad social, política y ética impostergable.