Pais: Chile |
Región: Bío Bío |
Fecha: 2023-03-22 |
Tipo: Prensa Escrita |
Página(s): 5 |
Sección: Actualidad |
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En 2023 se cumplen 30 años desde que se inició de manera formal la conmemoración anual del Día Mundial del Agua, fecha instaurada por la Asamblea General de las Naciones Unidas para que los Estados promuevan la conservación y desarrollo de los recursos hídricos. En esta ocasión, el hito se centra en "acelerar el cambio para resolver la crisis del agua y el saneamiento", algo de lo que Biobío y Chile no están ajenos.
Para nadie es extraño escuchar hoy términos como "sequía" o "escasez hídrica", utilizados muchas veces como sinónimos, pero que apuntan a circunstancias diferentes, según explica José Luis Arumí, profesor titular del Departamento de Recursos Hídricos de la Universidad de Concepción e investigador principal del Centro de Recursos Hídricos para la Agricultura y la Minería (Crhiam). El experto indica que la sequía es un fenómeno temporal, el cual, tiene diferentes tipos, "por ejemplo, está la sequía para el trigo, que es cuando no llueve en varios meses en la zona del secano, se afecta la producción del trigo, pero no al resto de la sociedad", señala.
Agrega que en Chile existe la costumbre de afrontar años de sequía, como la ocurrida en 1968, que impulsó el programa de construcción de centrales hidroeléctricas. Arumí también recuerda la sequía de 1998, cuando se racionó el uso de la electricidad y se alentó la utilización de las centrales a gas. "Claro, entonces, cuando pasamos de una sequía a una mega sequía que ya lleva más de 12 años y se ponga a llover, ¿qué va a ocurrir? La gente va a celebrar el fin de la sequía, pero no significa que sea el fin de la escasez del recurso hídrico, porque ese es un tema estructural, lo que se genera por una mayor demanda de agua".
Entre las circunstancias a las que se refiere el investigador está el hecho de que contamos con un clima mediterráneo, en el que el agua se concentra en los meses de invierno y la mayor demanda de agua se suscita durante la temporada de verano. Como las cuencas son pequeñas, no hay un sistema de almacenamiento de agua suficiente, por lo que habrá escasez en todas las épocas estivales, independiente de que llueva o no en invierno.
¿Qué proyecciones se pueden hacer respecto a esta situación? José Luis Arumí dice que no hay nada seguro respecto a lo que ocurrirá en el futuro, lo que le da más sentido al enfoque que tiene el Día Mundial del Agua de este año, "acelerar el cambio para resolver la crisis del agua y el saneamiento".
"Existe el cambio climático, no estamos 100% seguros de cómo nos va a afectar, pero sabemos que hay algunas cosas que serán impactadas, una de ellas son los mantos nivales. La nieve es el principal sistema para guardar agua en el invierno y usarla en verano. Vamos a tener cada vez menos almacenamiento y menos agua en el verano", explica.
Arumí agrega que al existir mayor población, hay una mayor demanda de alimento y de protección del ecosistema y de los caudales ambientales. Al final, las demandas aumentan y la disponibilidad de agua disminuye y la escasez hídrica se transforma en algo permanente.
Ante este panorama, la pregunta es qué hacer para gestionar mejor el agua con la que se cuenta. Lo primero mencionado por el investigador es que ya se trabaja en la propuesta de proyecto de los Consejos de Cuencas, lo que es liderado por el Gobierno a través del Comité Interministerial para la Transición Hídrica Justa.
"Esta es una posibilidad para que los distintos actores que haya en un territorio, en una cuenca, conversen, se conozcan y generen confianzas. Una de las cosas importantes en este sentido es tener proyectos de bien común. ¿Y qué es un proyecto de bien común? Un ejemplo fue la Mesa de Recuperación del Lago Laja, una iniciativa que integró a regantes, hidroeléctrica, Cámara de Turismo y ONG's ambientales. Todos trabajamos para mejorar el manejo del Lago Laja, para que se recuperará, al igual que el Salto del Laja, y funcionó", detalla Arumí.
El docente señala que pese a que no le agradan los embalses, está claro que es una opción que hay que conversar y abordar. "Mucha gente los rechaza, pero es bien bonito decir que no construyan embalses o que no se haga ninguna central de energía y después cargar el teléfono celular. Todos tenemos que ceder un poquito. Los proyectos de embalses se deben pensar nuevamente, en el sentido que los beneficios sean mayores que los costos y que favorezca significativamente a las personas que viven en las cercanías del territorio fuente", manifiesta.
En ese sentido el profesional destaca lo hecho por Colbún con el proyecto de Angostura, el que ha generado beneficio a las personas del territorio.
Otra posibilidad de gestión del agua es recargar los acuíferos, algo que está haciendo la Junta de Vigilancia en Diguillín (Ñuble), que efectúa esta tarea hace una década de manera silenciosa, lo que ha permitido evitar conflictos con la comunidad local.
Consultado acerca del uso de tecnología para una gestión más eficiente del agua, José Luis Arumí sostiene que todo es viable, pero hay que tener claro que muchos sistemas son complementarios. Ejemplifica esto con lo que ocurre con la desalinización del agua, la que tiene completo sentido en localidades costeras, pero son inversiones grandes. Hay otras alternativas para gestionar el agua, como sacarla del aire, pero Arumí afirma que sirven para "tomar un vaso de agua", pero no resuelven los problemas de la agricultura. "En el norte hay 'atrapanieblas', allá sirven, porque hay niebla permanente. Finalmente, vamos a necesitar una combinación de embalse, recarga artificial de agua subterránea, reutilización de aguas servidas o tratadas y desalación", concluye.