Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2022-08-06
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   5
Sección:   
Centimetraje:   34x27
La Tercera
Elevando la discusión: los debates que marcaron la semana
La ceremonia del perdón

Hay algo de esa "máxima" de Groucho Marx por estos días. Esa que dice que si no te gustan mis principios, tengo otros. Es verdad que en estos tiempos es mejor no hablar de principios y valores, porque según el ministro Jackson los de su generación "distan" de los de "la generación que lo antecedió". Pero al menos lo de Groucho Marx se puede aplicar a la estrategia para el plebiscito. "Si no te gusta esta, tengo otra". Ya no es abrir la puerta a una nueva Convención si gana el Rechazo, sino "instar" a acordar reformas en caso que gane el Apruebo. Al final, fue una semana de idas y vueltas. Y, sobre todo, una marcada -parafraseando a Antonio Cortés Terzi- por "la ceremonia del perdón" de las autoridades de gobierno.

Disculpas salió a dar el ministro Grau por sus dichos sobre las pymes y la inflación; también Marcel, por su compra de flores sin boleta, y el propio Jackson por el asunto de los valores. Aunque como apunta Juan Ignacio Brito, en el caso del ministro de la Segpres, "lo hizo de una manera confusa (...) y achacando todo a una mala selección de las palabras". "Quizá -dice Brito- haya que aclararle a Jackson que si fuera cierto que es una virtud, la juventud es por definición pasajera". Ahí está, recuerda, ese personaje de la Guerra de Galio de Aguilar Camín que tuvo una "juventud deslumbrante, madurez negociada y vejez aborrecible". Y, en lo que a su labor política se trata, poco ayudan sus palabras, porque "a nadie le sale fácil dialogar con un iluminado".

Para Paula Walker, "son varios los problemas que generan" las declaraciones del ministro Jackson, "pero la más compleja es la idea de la superioridad moral de su generación con respecto a las anteriores". Como decía Catón, "la mayor virtud es frenar la lengua"..., y uno podría agregar: la más escasa. Como apunta Walker, es siempre mejor que "antes de decir 'somos mejores', otros lo digan por ti", porque al final, "el poder transforma a las personas, no a todas, pero sí a muchas". "Se piensan intocables (...) y no advierten las tentaciones de la soberbia o sus errores". Y cuando "en el país se están jugando cosas muy relevantes", dice, "no es el momento de erigirse como los únicos que tienen valores". Todo resuena a ese viejo partido italiano del fiscal Antonio Di Pietro: "La Italia de los valores".

Pero volviendo a lo de las disculpas, otra que tuvo que salir a ofrecerlas fue la ministra del Interior, Izkia Siches, después de eso de que "parece que algunos se pegaron en la cabeza" que dijo en la Cámara de Diputados en la votación del estado de excepción. ¿Qué explica el revuelo? Se pregunta Carlos Correa. No sólo los cálculos políticos, sino también el hecho de que "hay en la personalidad de la ministra cierto desparpajo que molesta al mundo político". Por eso, dice, Siches tuvo que asumir un estilo distinto, más contenido. El problema es que, como la historia de la rana y el escorpión, su naturaleza se le escapa como un impulso. Quizá la clave es retomar su estilo directo "y usarlo de manera inteligente para sus objetivos, como Enola Holmes", apunta.

Los caminos torcidos del futuro

Pero más allá de los "perdones", hay algo irónico en el escenario político de cara al plebiscito. Mientras algunos insisten en la polarización, en los hechos es la moderación la que se lleva la mayoría de las preferencias. Por algo, dirán algunos, el Presidente Boric "instó" a buscar acuerdo sobre las reformas al texto antes del 4/S. Un asunto de realismo político. Que a nadie -o casi- dejó contento el texto elaborado por la Convención es un hecho. Y ahí están los datos del estudio de Espacio Público que Pía Mundaca cita en su columna. Un 84% cree que la nueva Constitución debiera modificarse si se aprueba y un 86% piensa lo mismo de la actual si el texto propuesto se rechaza. Al final, "los grupos absolutamente convencidos son minoritarios", dice.

Eso de que Chile es un país moderado, al menos en este caso, parece tener asidero. El asunto para Sylvia Eyzaguirre es que cuando de cambios se habla, las situaciones son distintas en uno y otro escenario. Porque si en el lado del Rechazo, dice, "existe un consenso sobre la necesidad de dar garantías de reforma", no pasa lo mismo "por el lado del Apruebo". En el actual escenario, para tener opción, "la coalición del Apruebo" debe avanzar "en acordar los cambios que quiere impulsar". Pero para Eyzaguirre hay un límite en los cambios posibles. La propuesta, apunta, "se puede modificar en múltiples dimensiones (...), pero lo que no se puede cambiar es la plurinacionalidad", porque "es la columna vertebral del texto. Y eso, concluye, es bueno saberlo para que "no nos pasen gato por liebre".

Pero volviendo a las faltas de "certezas" y el clima de incertidumbre que reina en el país -como también lo revela el estudio de Espacio Público-, para Javier Sajuria hay al menos una cosa segura, que cuenta con el acuerdo de más del 80% de la población: que "la Constitución del 80 no da para más". "De una u otra forma tenemos que cambiarla", dice. Y frente a eso, "la decisión de septiembre en la mente de los votantes pareciera estar en cuál es el mejor punto de partida para iniciar un nuevo proceso constituyente". Al final, como decía Max Colodro, ya no estamos hablando del texto propuesto o del actual, sino de una Constitución aún no escrita. No queda más que armarse de paciencia y, como apunta Sajuria, ver "cómo seguimos para adelante". Porque no sólo enfrentamos "tiempos inciertos", como sostiene Pía Mundaca en su columna, sino también "una sociedad de la desconfianza", según Yanira Zúñiga, que parece ser nuestra mayor maldición.

Sobre "vetos" y otros asuntos

Volviendo a las polémicas que alimentaron la agenda en los últimos días, la negativa del gobierno a respaldar la candidatura de Claudio Grossman para la Corte Internacional de Justicia de La Haya motivó a más de un columnista a intervenir. Un debate que se cruza con otros ya instalados, en lo que a política exterior se refiere, como el de los tratados comerciales. Uno que el actual subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales se ha preocupado de mantener, como deja clara la nota de Carlos Alonso en Pulso Domingo o las columnas de los excancilleres Soledad Alvear y Teodoro Ribera la semana pasada, criticando la demora en las negociaciones con la UE.

Pero volviendo a Grossman o "al impolítico caso Grossman", como lo describió Ascanio Cavallo, el episodio instaló más interrogantes que certezas. Para él, ninguno de los argumentos dados oficialmente por el gobierno parecen dar en el clavo. "La Cancillería dice que es muy poco tiempo para desarrollar una campaña, pero el juez se murió en mayo, ¿qué más tiempo puede existir". Y también agrega que "esto es caro y no tiene recursos". Pero la última campaña para elegir un representante en una instancia multilateral costó 100 mil dólares. "Si (la Cancillería) no dispone de ese monto, es un ministerio en ruinas". Al final, para Cavallo, "el veto a su figura" va mucho más allá de las explicaciones oficiales. Nada de tiempos estrechos y costos excesivos, sino "un reflejo de las discrepancias internas de la Cancillería". Discrepancias que han afectado el clima interno y motivado varias cartas abiertas a la ministra.

Más leña al fuego en una semana que no quedará en los anales de las más virtuosas del gobierno. Y en la cual, como apunta Max Colodro, ya quedó claro que La Moneda asumió que la propuesta constitucional no podrá ganar por sí sola y algo de ayuda necesita. Intervencionismo o no, eso hará que el 4/S no sea solo una consulta sobre el texto, sino un plebiscito sobre la gestión del gobierno. Una apuesta arriesgada, pero al final, como decía el viejo Disraeli, "no hay mejor juego de azar que la política".
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Juan Paulo Iglesias-