Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2022-07-30
Tipo:   Suplemento
Página(s):   4-5
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   24x40

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'Estoy tranquilo porque hice todo lo que pude. A pesar de que siento que fracasamos, intenté que esto resultara. Lo hice infinitas veces durante todo el proceso'.

La pregunta que comenzó a rondarle mientras estudiaba Ciencias Políticas fue 'si no hay una forma correcta de vivir la vida, ¿entonces cuál es la mía?'. Ahí fue que la veta política apareció. En la foto, con Kast, Undurraga, Poblete y Cruz-Coke.

Larraín dice que, en cierto sentido, con el veto que se les impuso vivieron durante todo este período en una especie de cancelación permanente. En la foto, junto a Bárbara Rebolledo el 1 de julio.
El Mercurio - Sábado
HERNÁN LARRAÍN MATTE:
“Chile desperdició una oportunidad histórica”
El primer día llegó pifiado y apedreado y lo que vino después fue aún más duro. Solo muy al final, según dice, pudo establecer diálogo. Esta es la historia de una desilusión, de un aprendizaje y una reflexión. También, parte de la vida de un hombre que llegó tarde a la política, pero encontró en ella un lugar para quedarse.
Ese día, Hernán Larraín Matte, abogado, 46 años, dos hijos, se despertó muy temprano, tomó su auto, y partió desde el sector de Pedro de Valdivia Norte hasta el ex Congreso Nacional. Fue de los primeros convencionales en llegar. Estaba ilusionado con la ceremonia que iba a protagonizar junto al resto de los elegidos para la Convención Constitucional. Era el 4 de julio de 2022. Los canales, en una especie de cadena, transmitían desde muy temprano. Pero nada fue como lo imagino. La ceremonia empezó tarde, con problemas y, cuando lo nombraron, como pasó con algunos electos de derecha, lo pifiaron, y mucho. No se lo esperaba. Dice que eso le afectó. Afuera había barricadas y protestas. Cuando salió, con la adrenalina ya un poco más baja, fue a buscar su auto, y lo que vio lo dejó helado: estaba completamente apedreado.

-Esa noche llegué así a mi casa, pifiado y apedreado. Pensé, entonces, que ese era un indicio de cómo se vendría la Convención -dice hoy.

Sentado en una mesa de un local cerca de su casa, revela que lo que realmente sucedió durante los doce meses que estuvo trabajando en la nueva Constitución fue más duro aún que lo que pasó ese día. También, que nunca más fue en auto al centro.

-Cuando llegué a la Convención y vi las pasiones, las rabias, en vez de negarlas o debatirlas, más bien busqué comprenderlas, escucharlas.

-¿Y lo logró?

-Creo que hay muchos mundos que han sido invisibilizados y que buscaron en la Convención tener su lugar, su protagonismo. Una de las cosas valiosas que tuvo esta instancia fue la diversidad de su composición.

-Pero su sector hoy se queja de la inclusión de los pueblos originarios, por ejemplo.

-Las reglas que ampliaron la representación son valiosas en sus objetivos. Ahora, mirando para atrás, hay harto consenso en que, cumpliendo los mismos objetivos, podríamos haberlo hecho mejor. Por ejemplo, creo que tienen que haber escaños reservados proporcionales a quienes votan por los escaños y aquí hubo una estructura que les dio una participación que no tuvo correlación con los votos con los cuales fueron electos.

Se queda un momento pensando.

-Pero al menos yo, en la Convención, busqué ser una persona que iba a escuchar, a conocer, a ponerse en el lugar de otros, porque sabía que había una energía muy power que estaba alimentada por el octubrismo y por muchas otras causas.

-Pero igual le fue mal.

-Bueno, el resultado sí, pero el proceso fue muy valioso en términos personales.

Hernán Larraín Matte se detiene, saca una bolsa de tabaco y comienza a armar un cigarro. Cuenta que el día que terminó la Convención decidió dejar de fumar, porque lo que había sido un vicio esporádico, en el tenso y estresante último año, con jornadas de hasta 20 horas, se transformó en un vicio a secas. Lo del tabaco es parte de su transición. También advierte que no quiere fotos especiales y que de posar, ni hablar. Tiene sus razones.

-Estoy consciente de que hoy la política está pasando por un momento donde lo que reina es la desconfianza. La confianza es muy fácil de ser destruida si es que tú no eres auténtico, genuino, en lo que sea.

-Y auténtica y genuinamente, ¿usted qué es?

-Yo soy un político de centroderecha, de Evópoli, liberal. También soy un privilegiado, porque además de mis dos apellidos, soy hombre, blanco y heterosexual. Eso lo entendí en la Convención, me lo dijeron muchas veces -explica y se ríe.

Quizá por lo mismo pide que no le pregunten mucho de su vida. Dice que él hace política desde la intelectualidad más que desde su historia, porque, lo sabe, la suya ha sido una vida privilegiada. Lo suyo no es lo testimonial.

-Viendo todo lo que ha pasado con el borrador de la nueva Constitución y cómo se está dando la campaña, ¿cuál es su sensación hoy?

-Yo estoy tranquilo, con la conciencia en paz, porque hice todo lo que pude. A pesar de que siento que fracasamos, intenté que esto resultara. Lo hice infinitas veces durante todo el proceso.

-¿Su sensación de fracaso es porque piensa que va a ganar el Apruebo?

-No, pueden ganar las dos alternativas. Creo que fracasamos porque cuando partió este proceso, teníamos un mandato de un 78% de los chilenos que dijeron que querían una nueva Constitución, que tenían una esperanza en la Convención…

-¿Y eso no sucedió? Hay un texto con un borrador para una nueva Constitución.

-Hay un texto, sí, pero lo más seguro es que el resultado va a ser muy ajustado, y en vez de haber tenido un plebiscito de salida masivo, contundente, el 5 de septiembre probablemente estemos más divididos que cuando comenzó este proceso. Y la desilusión de la ciudadanía con la Convención es muy patente: en todas las encuestas se muestra cómo es castigada la Convención en términos de confianza, y eso es un fracaso. Independiente de si se aprueba o se rechaza, eso, en sí mismo, lo es. Aquí, Chile desperdició una oportunidad histórica.

Dice que cuando se juntan los seis hermanos y sus padres, siempre hay mucha discusión.

-En mi casa no corre eso de que acá no se habla ni de política ni de religión. De política, por ejemplo, se discute intensamente. Somos una familia apasionada, las cosas se defienden con convicción, con pasión, y hay debates que son intensos.

Será eso y poco más lo que aceptará hablar de su padre, el fundador de la UDI y exministro de Justicia de Sebastián Piñera, Hernán Larraín Fernández, o de su mamá, Magdalena Matte, ministra de Vivienda de Piñera 1, o de sus hermanos Pablo -director de cine de películas como Neruda, No, Jackie y ahora Spencer- o Juan de Dios, productor de las mismas en Fábula.

-Pregúntales a ellos -responde, seco.

Hernán Larraín Matte estudió en el Colegio Apoquindo de Santiago y luego entró a Derecho a la Universidad Diego Portales (UDP).

-Ahí me tocó conocer un mundo muy distinto al que había conocido en el colegio, un mundo muy cerrado, muy chico en muchas dimensiones. En la Portales conocí a mucha gente de izquierda; entonces, políticamente fue muy interesante abrirse al debate.

-¿Se le movió el piso?

-No, pero era distinto estar en un mundo en el que todos pensaban muy parecido a estar en un mundo mucho más diverso, más complejo, donde todas tus certezas, tus convicciones, lo que era evidente para ti, para otros era bastante debatible. Ahí me di cuenta de que había otras aproximaciones que eran igual de interesantes y atractivas.

Hernán Larraín Matte dice que la pregunta que comenzó a rondarle después de egresar de la UDP, mientras estudiaba Ciencias Políticas, fue 'si no hay una forma correcta de vivir la vida, ¿entonces cuál es la mía? Ahí fue que la veta política apareció.

-Cuando entré al magíster, me empecé a preguntar por mis propias convicciones políticas, ¿por qué soy de centroderecha?, por ejemplo. Tomé los cursos de filosofía política con don Óscar Godoy, o con Arturo Fontaine o Tomás Chuaqui, y me encontré con los liberales, y ese fue un momento muy inspirador. Ahí encontré una familia, y comprendí que había en mí una diferencia con el mundo conservador, que era desde donde yo venía.

Hernán Larraín Matte da como ejemplo que él fue 'un ferviente católico'. Hoy se define como ateo, aunque cuenta que también tuvo su período agnóstico.

-Yo no era un niño desordenado, era el mayor y, además, tenía una personalidad más introvertida, era más tímido, y el haberme encontrado con el liberalismo gatilló muchas cosas en mí y que me comenzaron a hacer más sentido, en términos políticos y de vida. Ahí me fui alejando de la fe. Pero no soy un ateo militante, soy un ateo con una convicción interna, no predico el ateísmo, lo vivo.

En esa época, dice, también creía que había que casarse, llegar virgen al matrimonio y estaba en contra del aborto; también del matrimonio homosexual. Entonces, dice, conoció el liberalismo y se dio cuenta de que no existe una forma correcta de vivir la vida, como le habían enseñado, sino múltiples y diversas maneras.

En paralelo a su magíster entró a estudiar Teatro a la academia de Fernando González, en la versión vespertina. Todos los días llegaba a la casona donde se daban las clases, para ver si era una posibilidad dedicarse a eso que le apasionaba tanto.

-Hice los tres semestres del curso y el cuarto semestre si Fernando decía 'este grupo es bueno', se hacía un montaje. A nuestro grupo le dijeron 'buena onda, pero no hay montaje'. Pero yo dije 'no es suficiente para mí' y armé un grupo, busqué un director, trabajamos e hicimos un montaje y luego otro.

-¿Hubo algo de usted que descubrió en esas clases de teatro?

-Sí, algo que al niño tímido no le gustaba, pero que estaba ahí y era el gusto por el escenario, que era muy apasionante. Eso de improvisar, el transformarte en otro, me encantaba. Probablemente, en ese momento me di la libertad de confiar en mí mismo y de poder traspasar las lógicas que yo mismo me autoimpuse, porque no quiero responsabilizar a nadie; ahí descubrí que se podía actuar, se podía tener una vida distinta.

En su búsqueda, porque aún no tenía claro a qué se iba a dedicar, produjo Fuga, la primera película de su hermano Pablo, junto a otro de sus hermanos, Juan de Dios. Tampoco se quedó ahí. Luego trabajó en la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez y, al tiempo, partió a estudiar a Londres.

-Inglaterra fue un período alucinante, yo era un inmigrante más, daba lo mismo en el colegio que haya estado, quienes fueran mis padres, y mis historias. Conocí a muchas personas de distintas partes, leí, estudié, fui a seminarios, viajé.

Al terminar se fue a España a trabajar en Ruiz Nicoli, una agencia de publicidad que laboraba para el Partido Popular español, donde conoció la comunicación política y le encantó. En 2008, en la preparación de las presidenciales, cayó en el comando de Sebastián Piñera y fue Rodrigo Hinzpeter quien lo llevó a su equipo. Tras el triunfo de Piñera, se quedó trabajando en el segundo piso.

En eso estaba cuando, en 2011, se produjo el movimiento estudiantil y el piso, dice, se le movió.

-Ahí me di cuenta de que todo el instrumental intelectual de la centroderecha no era capaz de dar respuesta al fenómeno social que estaba ocurriendo, y fue como 'oye, tenemos que pensar el proyecto político de la centroderecha a largo plazo'. Yo trabajaba con gente como Felipe Kast, Ignacio Briones y Juan Carlos Jobet y con ellos empezamos a pensar en hacer un centro de estudios para políticas públicas parecido a Policy Exchange, que fue creado por Cameron.

En paralelo, Felipe Kast también renunció y se lanzó con Luciano Cruz-Coke y otros a armar Evópoli.

Hernán Larraín Matte lleva seis años dándole vueltas a la idea de tener una nueva Constitución. Todo partió, dice, cuando la expresidenta Michelle Bachelet ganó su segundo mandato con la promesa de campaña de lograr un nuevo texto.

-En ese minuto yo era director ejecutivo de Horizontal, y el 2014 iniciamos una línea de investigación en materia constitucional porque asumimos que Bachelet había ganado con el compromiso de una nueva Constitución y que ese era un debate político que se vendría. Luego, Michelle Bachelet institucionalizó la etapa de participación del proceso constituyente, creó el Consejo Ciudadano de Observadores y lo invitaron a participar.

Como presidente de Evópoli, le tocó estar en el acuerdo del 15 de noviembre y luego fue uno de los dos de su partido en llegar a la Convención Constitucional.

Dice que solo al final del proceso, y solo marginalmente, pudo fluir un poco el diálogo y la dimensión más personal, conocerse, debatir, deliberar. 'Ahí logré tener conversaciones muy valiosas con personas'.

-¿Quién fue una revelación para usted?

-Más que una revelación, pude conversar con personas que en un principio, probablemente, veían en un político de derecha, cuico, la suma de todos los males de la sociedad. Me pasó con Alondra Carrillo y Alejandra Pérez, con quienes dialogué al final del proceso; también con Marcos Barraza, o Bárbara Sepúlveda, del PC, y Fernando Atria, Jaime Bassa. Rosa Catrileo también, ella es una persona con la que tengo bastantes diferencias, pero con la que nos fuimos conociendo en el proceso y con la que pude entablar un diálogo político hacia el final. Esa fue una cuestión muy valiosa.

-¿Cree que si la Convención hubiera durado más se podrían haber generado más acuerdos o su sector hubiera sido más escuchado?

-Si hubiera durado más o si este punto de quiebre de la distancia cerrada al diálogo hubiera sido antes, tal vez el resultado pudo haber sido distinto.

Hernán Larraín Matte dice que uno de los momentos más duros fue cuando recibió una interpelación de Natividad Llanquileo donde mezclaba sus apellidos con 'los del grupo Matte y la forestal, con la cual yo no tengo conexión directa. Es un parentesco extremadamente lejano. Ahí pedí responder y dije que no venía a representar los intereses de una familia, que tengo convicciones y que estaba ahí por eso y que esperaba que se respetaran, porque es muy legítimo discrepar, eso es parte de la democracia, pero otra cuestión distinta son los ataques absolutamente injustificados, como ese. Ahora, yo tengo conciencia de que la mezcla Larraín Matte, derecha, cuico y todo, es una representación de la que mucha gente dice, ‘bueno, este es el problema''.

También, cuenta, fue increpado por una convencional de la Lista del Pueblo solo por ser quien era.

-Fue una conversación personal sobre por qué la derecha se había sumado a votar por Patricio Fernández, y yo le dije que era porque creíamos que era un buen nombre. Entonces, ella me dijo 'ustedes parece que no han entendido lo que ha estado pasando aquí en esta Convención, donde hay un nuevo poder y ahí los Patricio Fernández Chadwick, Hernán Larraín Matte o los Fernando Atria Lemaitre son lo mismo: hombres blancos, heterosexuales, que estudiaron en colegios privados, que tienen a sus hijos en colegios privados y que están vinculados a los partidos. Ustedes son parte del mismo problema'. Esta es una conversación que cristaliza un momento, pero te sirve para poder comprender las tensiones y las complejidades que tuvo la Convención.

Larraín afirma que no recuerda cuál fue el minuto en que decidió que iba a votar Rechazo. Dice que más bien fue una certeza que llegó de a poco.

-Al menos en mi caso, fue duro asumir que esto estaba fracasando y que iba a tener que rechazar y no solo por cómo se dio el proceso, sino que porque las cosas que se estaban aprobando, todo, era una cuestión muy refundacional. Estaba esa idea de que todo lo pasado había que sepultarlo, muy maximalista; o sea, había que llenar de detalles no la Constitución, sino que querían hacer un programa de gobierno y muy poco integrador, paradojalmente. Fue un grupo que tenía la mayoría y fue por todo hasta el final. Yo busqué persuadir en conversaciones a los convencionales de izquierda, particularmente del Frente Amplio, del Colectivo Socialista, en cigarros, en cervezas, en comidas, de que esto era un error político, pero no funcionó.

El único momento, dice, donde tuvo la sensación de que esto podía cambiar fue tras la primera vuelta.

-Fue en el viaje a Concepción. (José Antonio) Kast le había ganado a Boric y la composición del Congreso era de un 43% de la centroderecha en la Cámara y de un 50% en el Senado, con una correlación de fuerzas muy distinta a la Convención. Recuerdo haber llegado al aeropuerto y varios convencionales del Frente Amplio se acercaron a decir 'tenemos que conversar'. A mí me parecía que eso era evidente, hace mucho rato que era lógico; si la centroderecha tiene que ser parte de los diálogos, fue una miopía de un grupo de convencionales creer que podía ser excluida cuando representa más del 40% de la sociedad chilena. Siempre pensé que no hacerlo era poner el plebiscito en peligro y la sustentabilidad del texto en caso de que se apruebe también. Muchos convencionales de izquierda vieron esto y no fueron capaces de torcerle la mano a una izquierda mucho más radical que mantuvo el veto como una lógica durante todo el proceso. Pero luego vino el triunfo de Gabriel Boric y volvió el entusiasmo de creer que tenían todo por delante para ellos.

Larraín dice que, en cierto sentido, con el veto que se les impuso vivieron durante todo este período en una especie de cancelación permanente.

-Les tocó ser la minoría.

-Sí, claro, y te lo grafico así: me tocó estar en una subcomisión de reglamento con varios convencionales, entre ellos Hugo Gutiérrez, y después, cada vez que nos veíamos, me saludaba con el puño en alto y me decía '¿cómo está, compañero Larraín Matte, ¿qué se siente ser minoría?'. Y no sé si aprendí algo de eso, pero sí está claro que lo viví.

-¿Qué cree que debería pasar el 5 si es que gana el Rechazo?

-Yo tengo la convicción de que el proceso constituyente debe continuar y nos tenemos que poner de acuerdo cómo vamos a seguir. Yo he sugerido con otros que deberíamos analizar la posibilidad de hacer un plebiscito y que le preguntemos por mecanismos a la ciudadanía y que elija si quiere hacer otra Convención, si quiere nombrar a un grupo de expertos, hacerlo a través del Congreso o buscar un mecanismo de ciudadanos elegidos aleatoriamente para tal efecto; hay alternativas que yo creo que debemos trabajar para que Chile tenga una nueva y buena Constitución.

-Y si gana el Apruebo, ¿cuál va a ser su lucha?

-Si gana el Apruebo, vamos a tener que ponernos a trabajar para poder arreglar ese texto, que tiene muchos problemas en diversas partes.

-¿Cree que Felipe Kast es una persona que está en esa línea?

-Bueno, habrá que persuadir, habrá que convencer, habrá que hacer política para que la centroderecha sea parte de un texto inclusivo, moderno, que se haga cargo de estas demandas en una condición que no sea maximalista, sino más bien minimalista; que establezca los contornos de la convivencia, que nos dé un instrumental democrático para poder resolverlas pacíficamente, para que se pueda gobernar, para que se pueda seguir progresando. Esto no es una carrera corta, es una maratón.

Recuadro
'Ella me dijo ‘ustedes parece que no han entendido lo que ha estado pasando aquí, donde hay un nuevo poder y ahí los Patricio Fernández Chadwick, Hernán Larraín Matte o los Fernando Atria Lemaitre son lo mismo (…): ustedes son parte del mismo problema''.

'Cada vez que nos veíamos, (Hugo Gutiérrez) me saludaba con el puño en alto y me decía: ‘¿cómo está, compañero Larraín Matte, ¿qué se siente ser minoría?''.
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ESTELA CABEZAS-