Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2021-09-04
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   A2
Sección:   Opinión
Centimetraje:   17x18
El Mercurio
Los peligros del pensamiento mágico
'…no se ve un reconocimiento de que el país es relativamente pobre y de que el Estado no tiene recursos suficientes para implementar lo que muchos políticos prometen…'.
Hasta el momento se han dado pasos importantes en la resolución de la crisis social que afecta a Chile. La elección por vía democrática de una Convención Constituyente, con paridad de género, presencia de independientes y de los pueblos originarios, prueba que, citando el libro 'Crisis' de Jared Diamond, 'hay consenso nacional de que el país se encuentra en un estado de crisis' y hay 'aceptación de la responsabilidad nacional en la toma de medidas para resolver el problema'.

Es más, como revela el proyecto 'Tenemos que Hablar de Chile' (tenemosquehablardechile.cl), lo que la mayoría quiere es un trato más digno e igualitario para todos e instituciones que reduzcan la incertidumbre y la desigualdad.

Saber lo que se quiere hacer y que sea compartido por una mayoría amplia es un requisito necesario para superar una crisis social, sobre todo si no implica la refundación del país. La derrota del candidato comunista en las primarias presidenciales de la izquierda da cuenta de ello.

Sin embargo, hay aspectos que hacen dudar. No parece haber una autoevaluación honesta de la sociedad sobre sí misma. Por ejemplo, no se ve un reconocimiento de que el país es relativamente pobre y de que el Estado no tiene recursos suficientes para implementar lo que muchos políticos prometen. Y el problema no es solo la carga tributaria (18% del PIB en 2019), como muchos piensan, sino que los ingresos del país, como un todo, son relativamente bajos.

Incrementar los ingresos del Estado mucho y muy rápido, ya sea aumentando la carga tributaria, reduciendo la evasión y elusión o haciendo crecer mucho el PIB, es sin duda pensamiento mágico, el cual es alimentado, entre otras cosas, por la situación financiera extraordinariamente sana de la que goza hoy el país y la gran cantidad de recursos naturales que son vistos como maná que cae del cielo.

También es pensamiento mágico creer que se pueden diseñar, implementar y mantener profundos cambios institucionales sin una revolución educacional, de la cual poco o nada se habla. El nivel educacional de la población está muy por debajo de la de cualquier país desarrollado y también de varios emergentes. Incluso muchos 'líderes' no tienen la preparación necesaria para la tarea que se proponen. Los países desarrollados llevaron a cabo una o más revoluciones educacionales en su historia.

Esta percepción errónea sobre los recursos financieros y humanos con que se cuenta puede hacer fácilmente que el electorado elija líderes populistas que lleven al país hacia proyectos costosos y fallidos, con las conocidas consecuencias. Sin más recursos y mejor educación, lo más probable es que se termine con un Estado capturado y clientelista.

Un segundo foco de aprensión es la falta de identidad y valores compartidos, lo que ha derivado en una desconfianza generalizada que hace difícil colaborar. Empresarios y trabajadores se relacionan como si pertenecieran a países distintos. El electorado desconfía tanto de las intenciones de los políticos como de su capacidad técnica. Los técnicos son vistos como defensores del statu quo, capturados por intereses particulares. Los ciudadanos de los pueblos originarios ven en el Estado un enemigo. Todos sospechan de todos. El poder se busca de manera menos dialogante y más excluyente. No se percibe un sentido de identidad nacional que convoque a toda esta diversidad en pos de resolver la crisis. En estos casos no es raro que se impongan los más fuertes o astutos y no los mejores. Por otras experiencias de la región, es probable que un grupo populista y relativamente autoritario se haga del poder y construya un país inestable y con pocas perspectivas de crecimiento de largo plazo.

El proceso aún puede dar sorpresas positivas. Quizás la Convención Constituyente provea la identidad y los valores esenciales que ayuden a recomponer las confianzas. Es posible que finalmente la ciudadanía opte por un proyecto de transformación honesto respecto de lo posible y consciente de los riesgos que se están tomando.
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IGAL MAGENDZO, Economista-