Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2022-04-12
Tipo:   Suplemento
Página(s):   6-7-8-9-10
Sección:   Suplemento
Centimetraje:   29x110

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"Estoy consciente de que más gente de la que yo espero me conoce y no me molesta".

"Descubrí que mi misión en la vida era el acompañamiento", dice sobre su tarea como familia guardadora desde 2001.
El Mercurio - Revista Ya
María Soledad Font “Yo no soy una mujer sumisa, y soy sumamente intensa”
María Soledad Font revela hitos de su biografía y habla sobre su propio autodiagnóstico de asperger. Sobre el Presidente Gabriel Boric, dice: 'Él se casó con este compromiso, anulándose un poco la vida personal'. También hace una mirada crítica a la Convención, y habla sobre su rol como madre guardadora desde 2001.
Cuando el Presidente de la República, Gabriel Boric, tenía solo tres años, su abuela materna, Regina Aguilera Carrasco, quien estudiaba quiromancia, le vaticinó al niño que algún día sería el primer mandatario de Chile. Aguilera acostumbraba a leerles las manos a los amigos de su hija, María Soledad Font, para después susurrarle al oído: 'No te conviene'. La excepción fue el padre del Presidente, Luis Javier Boric Scarpa, con quien María Soledad se casó en Punta Arenas en 1985.

Treinta y siete años después, sentada en una sala de su casa que enfrenta el Estrecho de Magallanes —el hogar donde se criaron sus hijos Gabriel, Simón y Tomás—, la madre del Presidente recuerda a través de la videollamada:

—Mi mamá me lo dijo cuando Gabriel tenía 3 años. No sé si le había leído la mano, pero me comentó su pensamiento, que Gabriel sería Presidente de la República. Yo no le dije nada, no le di importancia.

La vida la sorprendió.

—Cuando él nos cuenta que iba a ser presidente, yo lo único que le decía era: '¿Por qué otra vez te inmolas, por qué otra vez tú? ¡Si hay tanta gente!'. Él me contestó: '¡Mamá, yo no levanté el dedo, no busqué visibilizarme! … Se van cerrando los círculos, ¡la persona que yo esperaba no aceptó!'. Él jamás pensó en ser Presidente y si él no lo pensó, nosotros tampoco. En una oportunidad viajó para contarnos sus proyectos al terminar su período (parlamentario), y entre ellos estaba volver a la Escuela de Derecho, a terminar. Y yo le dije categóricamente: 'Si tú quieres ejercer como abogado bien, pero si no te interesa, por mí no lo hagas. Lo importante es que tú seas feliz, yo no necesito un título'. ¡Él tenía otros planes, y lejos era esto!

María Soledad Font reflexiona:

—Creo que cuando Gabriel firma (en la ceremonia en el Congreso), fue lo más cercano a un matrimonio que yo he visto. El 'sí, quiero', lo da en su inhalar y firmar. 'Sí, quiero comprometerme, sí sé con el Chile que me encuentro'. Consciente y pleno de sus carencias, limitaciones, fortalezas, y aportes de él y todo su equipo. Yo creo que, en las buenas y en las malas, él se casó con este compromiso, anulándose un poco la vida personal: lo que significa trabajar siendo Presidente. (…) Yo le preguntaba a mi psiquiatra si era normal que no me sienta hinchada de orgullo de que él sea Presidente, no me da pena tampoco, ¡pero para mí es un trabajo! Le decía si era normal o si yo estaba en estado de shock. Me dijo que me acordara de que yo veo las cosas de otra manera, de que me había quedado con esa frase literal de Gabriel: 'Voy a mi trabajo'. (…) Yo soy la mamá de Gabriel. No me siento orgullosa, me quedé con algo que él dijo: 'Yo espero vivir lo más cerca de mi trabajo, para irme a pie'. Él se va a su trabajo, eso es para mí. Él tiene un trabajo mucho más comprometedor que cualquier otro al que pueda aspirar.

—Lo tomó literalmente.

—Sí, yo en todo fui literal. (…)Llegué de cinco o seis años a Punta Arenas y mi papá nos dijo: 'Mañana los voy a invitar a almorzar afuera'. Y yo les dije a mis hermanos: 'Démosle la sorpresa a mi papá y armemos la mesa de camping afuera'. (…) Y es que yo sé que soy diferente. Nunca me sentí mal, ni excluida ni discriminada, sé que soy diferente. Sé que soy… no exclusiva, pero no conozco a alguien como yo. Y por eso yo le preguntaba a mi psiquiatra, después de tantas cosas que me decían: '¿Qué siente?, ¿está orgullosa?'. Y yo decía: ¿será normal que yo no sienta nada, que no esté orgullosa de que (Gabriel) sea el Presidente? Me empecé a cuestionar después de cientos de preguntas sobre lo mismo: ¿Por qué no me cuelgo y digo: '¡Sí, yo soy parte de él, yo participé!', ¿por qué no siento eso? ¡Al contrario!

Hoy habla de su repentina celebridad y la de su familia.

—Estoy consciente de que más gente de la que yo espero me conoce y no me molesta. La celebridad y que los periodistas vengan no me molesta porque tengo un hijo periodista. Tampoco me encanta, no soy una fashionista que me tenga que arreglar, o ¡ay, déjame peinarme!... La primera vez que llegaron intempestivamente fue cuando Gabriel gana por primera vez. Luis Javier había aceptado que viniera el Canal Regional de Televisión Nacional en Punta Arenas. ¡Y llegaron todos! Y Luis Javier se negó: nosotros queríamos ver esta elección con unos amigos haciendo un asado, y él era el asador. (…) Luis Javier ha estado mucho más involucrado en las campañas de Gabriel, ha opinado, tiene tertulias políticas y vive la política de otra manera. Yo soy apolítica. Voté por Lavín porque había sido muy buen alcalde; voté por Sebastián Piñera en su primera vuelta.

'Soy una sobreviviente'

María Soledad Font Aguilera, 62 años —aunque ella dice que tiene 63 porque cuenta desde el día de su concepción—, nacida en Santiago y criada en Punta Arenas, casada con el ingeniero químico y exgerente de Enap Luis Javier Boric —descendiente de una de las diez familias fundadoras de la dinastía croata en Punta Arenas—, se sincera a través de la cámara. Su literalidad y otras características de personalidad, explica, le han otorgado una óptica particular en su vida.

Aunque sus tres hijos hace rato emigraron a la universidad en Santiago, junto a Luis Javier, jubilado desde 2012, crían a un pequeño de cuatro años como la familia de acogida para niños del Sename que los Boric Font, a través de una fundación, son desde 2001. Fue a través de su trabajo como cuidadora que descubrió su condición.

—Trabajé por años en un Hogar de Niños y me tocó trabajar con un niño con asperger: notaba que él quería comunicarse conmigo, pero yo no sabía cómo hacerlo con él. Empecé a estudiar —como autoeducación en asperger—, a ver libros e información en internet ¡y ahí empiezo a reconocerme en toda esta historia! Hace años que esto está totalmente diagnosticado y los padres se pueden dar cuenta a temprana edad para poder ayudar (a sus hijos). Pero no fue mi caso y por eso yo soy una sobreviviente.

Leer sobre asperger fue una revelación:

—Me sentí identificada en todo. Como ir a ver a Coco Legrand y mirar por qué se reían: no tenía la rapidez para poder entender chistes largos o sus historias. Y decidí nunca más ir porque era muy fome para mí. Yo veía cómo las risas venían, estaba todo como programado: se reían porque entendían todo y yo era la única que no.

También sus días de colegio en Punta Arenas fueron difíciles, dice:

—La persona más inculta soy yo. A pesar de que el saber no ocupa lugar, un poco se entiende porque yo después descubrí, que tengo dentro del autismo —lo descubrí ahora de mayor, de adulta mayor— que tuve y tengo una variante como asperger, lo cual me dificultó mucho el colegio, me lo dificultó notablemente. En mi época tenía que leer el Quijote de la Mancha y yo era muy estudiosa y metódica, y cuando tenía prueba de capítulos del Quijote los leía diez, veinte veces, porque recién a la décima vez lograba entender. Me costaba mucho entender las ideas y ese lenguaje. (…) Me costaba mucho. Entonces nunca leí en el colegio y gracias a Dios no me tocó leer el Mío Cid. Y cuando empecé a leer, ya de casada, porque de soltera leía a Corín Tellado y ese tipo de cosas románticas, banales, leía a la Isabel Allende, que con ella sí me daba el trabajo ¡porque a ella le entendía!

María Soledad Font aclara:

—No lo tengo diagnosticado y es algo que quiero hacer, está pendiente. Yo siempre supe que yo era diferente en el colegio. Me sentía diferente, y nunca entendí por qué no entendía las cosas concretas como matemáticas, física, química, a pesar de que yo era una persona estudiosa y abría los ojos, hasta la boca, los oídos, todo, para que entrara esta información a mí. Nunca entendí nada. Nunca supe cómo pasé de curso. (…) Siempre (tuve) esa angustia de saber si pasé o no pasé, para mí era un misterio cómo yo lograba pasar de curso.

Recuerda a su padre, Jaime Antonio Font, como ausente y despreocupado de sus malas notas.

—En todo lo que era literatura, historia, hasta biología, cuando hablábamos de cromosomas tampoco entendí esa parte. ¡Nunca entendí nada! Y era una impotencia enorme. Mi mamá me ponía clases particulares de matemáticas, pero no. Y también me llamaba la atención que yo carecía de vergüenza, no era una persona vergonzosa y era muy fantasiosa. Nunca entendí las cosas de doble sentido. Nunca me reía, porque no entendía los chistes. Con el transcurso de los años, yo encontraba que era más lenta nomás. Y después empecé a pensar que yo era diferente.

Sus lecturas sobre asperger fueron justo antes de que debutara la pandemia en Chile.

—Siempre me sentí diferente, pero me descubrí hace poco. Y cuando me descubro, viene la pandemia: me descubrí con estos niños en 2019, 2020. (…) Tengo psiquiatra porque tuve crisis de pánico hace 20 años cuando se murió mi papá. Empecé a pensar que yo podía ser diferente con el asunto de los chistes y quedarme con la boca abierta con las cosas de doble sentido, que realmente nunca las entendí. Empecé a darme cuenta de que yo tenía un cable, algo que no estaba conectado como el resto.

María Soledad Font recuerda la noche en que cayó en cuenta de que su hijo mayor leía, pero no avanzaba en su libro a pesar de ser, a sus 12 años, un voraz lector.

—Me di cuenta porque Gabriel, siendo tan buen lector, estaba leyendo un libro y, cuando yo le iba a dar el beso de buenas noches, dos o tres días (después), vi que tenía menos de la mitad y era el mismo libro, y me extrañé mucho. Y le pregunté qué pasaba. Y ahí me confesó el problema que tenía: si se equivocaba o leía mal una palabra, volvía hacia atrás, a la línea o a la página. Me dio pena. Lo vimos al tiro con una psiquiatra infantil con la que estuvo en tratamiento, y después de un tiempo largo lo dio de alta. Pero con una sentencia clara que decía que esto ahora estaba bien, pero seguramente iba a brotar nuevamente en la universidad en el minuto que estuviera con estrés o se sintiera muy sobreexigido, porque esto está ahí, latente, pero solucionado. Y efectivamente, en la universidad volvió a aparecer. Y ahí nuevamente a retomar un tratamiento.

'Gabriel tenía hambre de leer'

María Soledad Font dice que para Gabriel Boric los libros representaron una pasión desde su primera infancia.

—Yo siempre digo que gastaba más plata en libros que en comida. Viajaba frecuentemente a Santiago y en esa época no había casi librerías aquí, ahora hay más. Yo buscaba diferentes temas que le interesaban, a él le gustaba leer desde que no sabía leer. Le gustaban los libros, el conocimiento para él fue un descubrimiento enorme. Sus libros eran su tesoro. Notoriamente, Gabriel tenía hambre de leer. Simón no leía nada ni en el colegio, pero es tan brillante —y yo siempre le compré todos los libros—, pero me impresionaba que el libro quedaba ahí, siempre estaban impecables y no ajados. Yo le preguntaba si había estudiado, pero nunca los estaba controlando, tuvieron responsabilidad propia desde el día uno.

Recuerda que su hijo mayor, desde sus ocho años, asistía a la Biblioteca Pública de Punta Arenas, cerca de su casa.

—Nos acostábamos a leer cuando los niños eran chicos, a los dos nos gustaba mucho leer. Y siempre tuvimos un solo televisor en la casa y no era opción quedarse viendo televisión. Nos acostábamos temprano y leíamos y los niños también leían. A los otros, Luis Javier les leía cuentos, les contaba o inventaba, pero Gabriel tenía su propia biblioteca desde el año. En la sala de juegos del primer piso, Luis Javier le construyó una casita con ruedas que se abría, desplegaba sus puertas y aparecían las repisas: ahí tenía sus primeros libros de cuentos. Todos los días en una cajita de mimbre subía y bajaba sus cuentos típicos de niños con figuras.

Cuando a María Soledad Font se le pregunta qué sintió cuando se enteró de que su hijo Gabriel leía a Miguel Enríquez, revisaba documentos del MIR y había cofundado un movimiento político secreto de izquierda —el I3— con solo 14 años, confiesa que ella no tenía idea. Lo supo recién cuando, junto a otro adolescente, fue detenido una noche en Punta Arenas, mientras rayaban con la sigla I3 muros en la vía pública.

—Gabriel, de muy chico, iba a la biblioteca pública porque descubrió que allá había miles de libros más que los que tenía en su casa, y en ese lugar, que era la escuela industrial, un colegio público, ahí se forma este grupo que tenía, como persona mayor, un profesor que había en este lugar y yo no me enteré. Yo veía este I3, pero no sabía, pensaba en una fórmula química. Cuando veía en el baño del primer piso puesto con lápiz corrector el I3, yo decía: ¿Por qué me raya el papel mural?... Nada tenía contestación. Yo me enteré de este movimiento y de este buscar político de Gabriel mucho tiempo después, cuando se lo llevaron preso.

El I3, un grupo pequeño, salía en la noche a marcar su sigla, pero tenía reglas éticas: No rayaban propiedad privada ni edificios estatales, solo muros cubiertos de grafitis o a punto de derrumbarse.

—Y un día Luis Javier se levanta en la noche a buscar algo. Le pregunto y me dice que lo llamó un amigo, ¡y resulta que se los habían llevado presos, a Gabriel y a un compañero que andaban en estas cosas! Los papás se comunicaron y fueron a la comisaría a rescatar a estos adolescentes y ahí me enteré yo de la historia.

Júbilo y nostalgia

Como sus amigas magallánicas, María Soledad Font supo desde su primer embarazo que sus hijos al crecer tendrían que emigrar. Es el destino que marca vivir en la ciudad capital más austral de Chile.

—En nuestra región es así: mis amigas y yo sabíamos. Uno está preparada para que los niños se vayan, el nido vacío existe para personas más aprensivas. Con Gabriel no lo sentí para nada, pero a Simón lo extrañé mucho porque es un hombre sociable; bajaba corriendo las escaleras, siempre vivía sorprendida con él. (…) Entonces cuando Simón se va, nadie bajaba ya corriendo la escalera. Tomás vivía encerrado en su pieza, tenía grupos pequeños de amigos.

Desde hace 20 años, los Boric Font son familia de acogida de niños de una fundación. Cada vez que uno de sus niños termina su período, siente júbilo en vez de nostalgia. Hoy Font se prepara para dejar partir, en unos seis meses más, al pequeño que cría junto a su marido. Ese día, dice, se cortará su largo pelo y lo donará para hacer una peluca. Para ella, la partida de su niño y su corte de pelo simbolizan un renacimiento para ambos.

—Yo siento que tengo una misión en la vida; como schoenstattianos tenemos una misión y creo que todos. (…) Con Luis Javier hace muchos años, desde 2001, decidimos convertirnos en familia de acogida para niños, y las familias de acogida, por lo menos en Punta Arenas, funcionan a través de una fundación.Descubrí que mi misión en la vida era el acompañamiento. Cumplo con estos niños una función de enlace, de llenar este gran hueco con el que vienen, tal vez intrauterinamente, y saciarlos de amor y de besos.

Habla de su matrimonio de casi cuatro décadas con Luis Javier Boric:

—Estamos, gracias a él, en estos 36 años de matrimonio. Sí, porque yo, con lo intensa y dispersa que soy, me quise separar al año, después a los dos, a los tres, a los siete años. Para mí, ¡esto siempre se acababa! Y él es también tan disperso, que jamás se entera cuando yo me enojo. Entonces yo le digo: 'Luis Javier, si alguna vez yo te abandono, tú vas a saber claramente por qué te abandoné, porque siempre te lo digo'. Yo no soy una mujer sumisa, y soy sumamente intensa. (…) Tenemos 15 años de diferencia, y con los años se ha notado más. Y, claramente, cuando me casé, él venía de una crianza mucho más estricta. Y cuando Gabriel era un bebé de 5 días, recién nacido, él no sabía qué hacer. Y yo le decía: ‘Póntelo en el pecho, tócalo, acarícialo'. Y para él todo esto era nuevo. Yo le enseñé hartas cosas, a comer verduras, lechuga: a los magallánicos les gustaba la carne y la papa nomás. Nos hemos complementado y él ha soportado mucho de mí, porque yo soy mucho más intensa.

Sobre su particular estilo, la madre del Presidente dice:

—Yo me refiero a mí como estrambótica. Porque me gustan las cosas fuertes, no me gusta lo sobrio. Sí siento que soy de bajo de perfil en todo, pero me gusta la ropa alegre, para mí los colores tienen mucho sentido. Estamos mucho en el jardín con mi niño, y me pongo un buff en la cabeza. (…) Tenía una cosa de corazones que se cuelga en la puerta, pero yo me lo compré para ponérmelo en la cabeza, tiene un ruido como lo que usan las vacas, ding, ding, ding. Me gusta el sonido, como un cencerro.

'Irina sabe escuchar'

—El Presidente ha dicho que hará un gobierno feminista y la Convención Constitucional propondrá el aborto libre. ¿Está de acuerdo con el aborto libre?

—No. Gabriel me preguntó muchos años atrás qué opinaba yo del aborto, en esa época no existían las causales ni nada. Y yo no tenía ninguna opinión al respecto, porque así como no tengo opinión, me es mucho más fácil llevar la vida. No tengo opinión en nada, no me he dado el trabajo. Le pedí una semana de plazo para saber qué opinaba yo. A la semana le dije: 'Mira, mi cumpleaños ya no es en febrero, ahora es en mayo. Voy a tener un año más, porque yo nací cuando fui concebida. Ahí empezó mi vida'. Y él me decía en esa época: 'Pero mamá, y si una niña pequeña es violada'. Y le dije que todo había que verlo en el contexto y para eso están los profesionales que tienen que tener esas cosas claras. Pero yo no lo aceptaba. (…) La pastilla del día después tampoco la entiendo.

—La Convención Constitucional evacuará una propuesta de Constitución en julio. Si se rechaza o aprueba y en qué porcentaje, influirá en el gobierno de Gabriel Boric. ¿Le preocupa?

—Primero, no sé nada. Sé que es bueno lo que están haciendo, espero que sea bueno. Me di cuenta inicialmente de que toda la gente estaba preparada, que toda la gente que estaba ahí sabía el tema, pero después me di cuenta de que no. Y eso hizo que me alejara, que me asustara, al darme cuenta de que contrataban a asesores porque no sabían de qué iban a tratar. Ahí me alejé y no quise meterme en problemas y me fue más fácil ignorar. Esperaría que todos los chilenos pudiésemos decir que estamos de acuerdo y que la redacción sea tan perfecta para que no dé pie para vacíos legales. Se lo encargué a la Mater, porque es algo que no está dentro de mis prioridades saberlo, y me preocupé cuando me di cuenta de que no todos eran eruditos. (Hay) mucha gente buena que quiere hacer cosas buenas, ¡pero para hacer eso hay que saber! Por ejemplo, yo jamás me hubiera postulado, no se me habría ocurrido. Yo no digo que todos sean abogados, pero personas que saben, ¡lo importante es que el que redacte y el que escriba sean tipos con conocimientos!

—¿Tiene la impresión de que eso falta?

—¡Sí! Más que falta. Cuando yo empecé a ver que faltaba plata, que faltaba..., yo decía ¡pero cómo! porque yo pensé que las personas que estaban integrando esto eran personas con conocimiento y tenían todos los talentos para poder realizar esta cosa tan importante, por la cual, al menos yo vi, que Gabriel se inmoló para que esto resultase. Y darme cuenta de que personas que no… porque fueron elegidas no sé en qué nominación, pero no todas tenían los requisitos…

—¿Está desilusionada?

—Sí, sí. Pensé que todas las personas que estaban en la papeleta eran personas con las capacidades para hacer ese megatrabajo. Sí.

—¿Cómo ve usted a Irina Karamanos respecto al Presidente?

—Yo la veo a la altura él de ella y ella de él. Creo que son compañeros, porque primero fueron amigos, y encuentro que eso es bastante importante. Sentir admiración mutua previa es importante. No solo existe la pasión, la pasión es más efímera. Y en este autorreconocerse como son y aceptarse, creo que Irina realmente, de lo que yo he visto de parejas con Gabriel y que Gabriel admira mucho, es una persona que tiene opinión, —y eso para él es súper valioso— y sabe escuchar. Sabe escuchar no a él, sino a otros, así como lo hace él. Y saben conversar ellos a su vez. Independiente de todo lo talentosa que yo la pueda encontrar y lo que me pueda gustar.

—¿Intuye que Gabriel e Irina podrían formalizar su relación?

—O sea… ¡ojalá!

Recuadro
"Él jamás pensó en ser Presidente y si él no lo pensó, nosotros tampoco", dice la madre del mandatario.
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POR MARÍA CRISTINA JURADO. FOTOGRAFÍAS: JOSÉ MIGUEL CÁRDENAS.-