Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2022-04-21
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   A3
Sección:   Opinión - Editorial
Centimetraje:   16x16
El Mercurio
Protección de los parques nacionales
La incorporación de territorios al repositorio de áreas protegidas no es suficiente, si no se destinan los recursos para tal protección.
El segundo episodio del recién estrenado documental de Netflix sobre Grandes Parques Nacionales —narrado por el expresidente de los Estados Unidos Barack Obama— está dedicado a un grupo de parques ubicados en la Patagonia chilena. Realizado con el cuidado y esmero que un presupuesto generoso ofrece —el que, además, permitió utilizar una tecnología fílmica de última generación—, muestra la inigualable belleza de esos territorios nacionales y la interesante recuperación de especies, como el guanaco y el puma, que la protección de esos lugares estaría permitiendo.

Ello invita a reflexionar sobre cuán efectiva está siendo esa protección, a la luz de los desafíos que enfrenta el planeta, y también, cuán importante resulta para la humanidad como un todo realizarla. La constatación que la ciencia ha develado respecto de las dificultades por las que atraviesa el entramado de ecosistemas que constituyen la biósfera, cuya degradación impacta directamente las bases en las que se sustenta la vida sobre la Tierra —la humana entre ellas—, incluido el fenómeno del cambio climático y la pérdida de biodiversidad, ha puesto en alerta a la comunidad de países respecto de cómo enfrentar el futuro. Se ha ido generando un consenso mundial para que ese proceso se revierta o, al menos, se mitigue. Entre las formas para lograrlo está la protección de las áreas naturales, pues ello permite que la coevolución entre el entorno y los organismos que lo habitan se mantenga pujante, y así los servicios ecosistémicos —ciclos del agua, carbono, nitrógeno, entre muchos otros— que ofrece la naturaleza sigan estando disponibles para sostener el proyecto humano.

Nuestro país cuenta con un sistema de parques nacionales, el que tuvo un importante aumento, hace pocos años, por la donación hecha por la viuda de Douglas Tompkins, junto al aporte, mucho más cuantioso aún, del Estado de Chile, para constituir el sistema de parques nacionales de la Patagonia. Adicionalmente, las zonas protegidas incluyen también vastos territorios marítimos, con lo cual Chile puede orgullosamente considerarse a la vanguardia en estas materias.

Sin embargo, la sola incorporación de vastos territorios al repositorio de áreas protegidas no es suficiente, si no se destinan recursos que permitan que la protección buscada efectivamente se logre. En algunos casos, la ausencia de lluvia, en otros, el aumento de la temperatura media y, aun en otros, la propia acción humana que deteriora esos lugares de múltiples maneras impiden la recuperación vigorosa de los bosques y no logran atenuar la amenaza que se cierne sobre muchas especies. Al respecto, sigue sin instalarse la última institución que formaba parte de la Ley de Medio Ambiente, el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas (SBAP), que sería el encargado de realizar esa tarea. Y aun si se promulga su existencia pronto, ella requerirá de presupuestos adecuados para que su labor tenga impacto.

El Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación ha insistido, en su Libro Blanco (2019) y en la Base para la Estrategia (2021), en las condiciones únicas e irrepetibles que territorios como la Patagonia chilena tienen para atraer ciencia de clase mundial, además de sus incomparables aptitudes turísticas. Ellas pueden dotar al país de una nueva imagen orientada a la ciencia y la tecnología, algo en lo que también coincide la Fundación Imagen de Chile.

La inversión que el país destine al SBAP se podría recuperar con mucha facilidad solo con el excedente que dejen los ingresos turísticos que esos territorios pueden generar —la serie de Netflix es un anticipo de aquello—, sin contar el impacto científico tecnológico asociado a la investigación que allí se haga. El país cuenta con un 'capital natural' que no solo debe proteger, sino que también aprovechar de manera inteligente para impulsar su desarrollo futuro.