Hay niños que no celebran. Niños que mueren de un balazo en la calle, que lloran aterrorizados en una encerrona, que angustiados van tras la droga de la 'mano', que huyen de la cancha que otros usan de campo de tiro. Niñas explotadas por un proxeneta que las espera en la puerta de un centro de 'protección', violadas, abusadas por quienes impunemente se pasean en sus vidas. Niños sin colegio, expulsados cuando necesitaron un apoyo, alguien que detuviera el camino que los llevó a vivir buscando afuera lo que no recibieron ni en su casa, ni en la escuela. Hay niños que no celebran, que no entienden por qué otros niños no juegan con ellos, sino que les apuntan con un fierro que otro cargó para sus intereses, usándolos, desechables; porque así viven ellos.
Llegando agosto, la celebración del Día del Niño parece balbucear un anhelo de protección y cuidado; todo parece entenderse y no hay autoridad que no manifieste su compromiso; caritas pintadas y puntos de prensa son el marco de esperanzadoras palabras que —a pocas horas— siguen la inercia de año tras año de no hacerse cargo del niño que quiere volver a clases, o del que pidió una hora psiquiátrica hace tres años, del que abandonó una residencia, del que a sus cortos cinco años se tira al piso para esquivar las mal llamadas 'balas locas', del que no alcanzó su segundo cumpleaños en manos de sus padres. No hay prevención, no alcanza. Todo sucede cuando ya es tarde y la oferta es insuficiente y sin evidencia.
Mañana algunos podremos darnos un tiempo con nuestros hijos, jugar y celebrar su día como si nada de esto pasara a pocos minutos de nuestro hogar. A más de alguno le molestará leer estas letras que 'amargan' estos momentos y pido disculpas por ello, pero no puedo olvidar a esos niños, porque cada uno de ellos es todos los niños de Chile.
Marcelo Sánchez Gerente general de Fundación San Carlos de Maipo
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Hay niños que no celebran
El Mercurio
Señor Director:
Hay niños que no celebran. Niños que mueren de un balazo en la calle, que lloran aterrorizados en una encerrona, que angustiados van tras la droga de la 'mano', que huyen de la cancha que otros usan de campo de tiro. Niñas explotadas por un proxeneta que las espera en la puerta de un centro de 'protección', violadas, abusadas por quienes impunemente se pasean en sus vidas. Niños sin colegio, expulsados cuando necesitaron un apoyo, alguien que detuviera el camino que los llevó a vivir buscando afuera lo que no recibieron ni en su casa, ni en la escuela. Hay niños que no celebran, que no entienden por qué otros niños no juegan con ellos, sino que les apuntan con un fierro que otro cargó para sus intereses, usándolos, desechables; porque así viven ellos.
Llegando agosto, la celebración del Día del Niño parece balbucear un anhelo de protección y cuidado; todo parece entenderse y no hay autoridad que no manifieste su compromiso; caritas pintadas y puntos de prensa son el marco de esperanzadoras palabras que —a pocas horas— siguen la inercia de año tras año de no hacerse cargo del niño que quiere volver a clases, o del que pidió una hora psiquiátrica hace tres años, del que abandonó una residencia, del que a sus cortos cinco años se tira al piso para esquivar las mal llamadas 'balas locas', del que no alcanzó su segundo cumpleaños en manos de sus padres. No hay prevención, no alcanza. Todo sucede cuando ya es tarde y la oferta es insuficiente y sin evidencia.
Mañana algunos podremos darnos un tiempo con nuestros hijos, jugar y celebrar su día como si nada de esto pasara a pocos minutos de nuestro hogar. A más de alguno le molestará leer estas letras que 'amargan' estos momentos y pido disculpas por ello, pero no puedo olvidar a esos niños, porque cada uno de ellos es todos los niños de Chile.
Marcelo Sánchez Gerente general de Fundación San Carlos de Maipo