El planeta se está calentando, esa no es una sorpresa para nadie. La temperatura media en Chile se ha incrementado de forma preocupante desde 1961, y de los diez años más cálidos desde esa fecha, ocho han ocurrido en la última década.
¿Qué impactos tiene esto en la salud de la población? En la tercera versión del Resumen de Políticas de The Lancet Countdown para Chile, en conjunto con el Centro de Políticas Públicas UC, evidenciamos que las muertes atribuibles a olas de calor en mayores de 65 años han ido en constante aumento desde 2000. Entre 2017 y 2021 hubo un promedio anual de 566 muertes relacionadas con el calor en este segmento, más del triple que en 2000-2004.
Por otra parte, los eventos de calor extremo han afectado la salud de los trabajadores en los sectores más expuestos, lo que ha traído como consecuencia no solo una peor calidad de vida, sino también un mayor número de horas laborales potencialmente perdidas. Entre 2017 y 2021 se podrían haber perdido 15 millones de horas de trabajo cada año en promedio, casi el doble de las horas potencialmente perdidas entre 2000 y 2004. Además, la reducción de la capacidad laboral debido al calor extremo provoca una pérdida potencial de ingresos, que en 2021 fue de casi 77 millones de dólares.
Esto nos demuestra que los efectos del cambio climático no son algo del futuro. Es necesario fortalecer el trabajo transversal entre tomadores de decisión a nivel nacional, regional y local, e integrar múltiples disciplinas y perspectivas, incluyendo el conocimiento y experiencia de las comunidades involucradas. En esa línea, recomendamos desarrollar una política nacional intersectorial para gestionar y reducir los riesgos del calor extremo, la que puede estar al alero de la Política Nacional para la Reducción del Riesgo de Desastres 2020-2030.
Consideramos fundamental fomentar el uso de indicadores meteorológicos para generar sistemas de alerta temprana sobre eventos de calor extremo y desarrollar respuestas que puedan minimizar las consecuencias en la salud de la población y, en particular, en sectores económicos como la agricultura y la construcción. Asimismo, se debieran promover leyes laborales climáticamente inteligentes que protejan a los trabajadores al aire libre. Finalmente, un área a fortalecer es la Atención Primaria en Salud, facilitando una respuesta intersectorial en todos los niveles de prevención y potenciando a los enfermeros de práctica avanzada.
Estas políticas deben tener un claro y robusto financiamiento y gobernanza, permitiendo a las organizaciones y a las personas responder de forma rápida ante la emergencia, así como también contar con una preparación adecuada según las amenazas y factores de vulnerabilidad. Necesitamos actuar con urgencia y determinación para no seguir lamentando los efectos dañinos del calor extremo en la calidad de vida y salud de las personas.