En estos días centrales para nuestra fe se nos invita a vivir ceremonias y ritos muy hermosos, muy bien elaborados y de larga tradición.

Comenzamos con domingo de Ramos donde la gente asiste alegre y entusiasta a recibir su ramo de la esperanza, y terminamos con la vigilia pascual, donde celebramos la resurrección del Señor.

En todas estas ceremonias estamos invitados a descubrir la vida de Dios en nosotros.

La intención de estas liturgias es el de ayudarnos a vivir y experimentar las realidades más profundas de nuestra vida humana y espiritual.

La participación en estos ritos con un corazón bien dispuesto, nos ayudan a encontrarnos con los anhelos profundos de nuestro corazón.

El centro de estas ceremonias es Jesús dando su vida por nosotros.

En estos momentos, podemos recordar las palabras de Jesús cuando nos dice "ven y sígueme".

Esta es una clave fundamental para vivir la semana santa, fijar nuestra mirada y corazón en Él y acompañarlo.

Esto implica hacer silencio interior, acallar todo lo que nos distrae para dejarnos atraer por Él.

Hacer silencio para hacernos sensibles y dóciles a las palabras amorosas de Jesús.

Mirar con atención la vida de Jesús para que ella me ayude a entrar en mi propia vida, en la verdad de mi realidad.

Mirar con atención para dejarnos transformar por su amor.

Acompañar la alegría nos resulta fácil y atractivo, sin embargo, acompañar el sufrimiento, la humillación, la marginación, la injusticia es tremendamente difícil.

No nos gusta entrar en nuestras confusiones y oscuridades.

Estas resultan muy amenazantes, pero es necesario si quiero encontrarme con la verdad y la felicidad. No podemos separar a la fuerza ambos aspectos: la luz y la oscuridad.

Participar en estos días de fiesta nos permitirá acompañar a Jesús y descubrir que Él es la luz que disipa toda oscuridad.