Señor Director:
Cualquier periodista o medio de comunicación basa su prestigio o reputación en la credibilidad que se gana con la fidelidad del público, sean lectores o telespectadores, con lo cual va construyendo su audiencia.
La publicación de fake news por parte de un medio, sea digital o no, le resta valor al medio y le va quitando el piso de confianza a esa fuente como canal de información.
Por eso, los periodistas y comunicadores sociales —en medio de múltiples ofertas informativas que circulan en un mar de ofertas y plataformas— procuramos ejercer nuestra profesión con respeto al público y cuidando nuestro principal capital, que es la credibilidad. Un valor que se sustenta en la confianza y esta, en la verdad. Por tanto, credibilidad, confianza y verdad son tres valores que caminan de la mano y que son claves en el proceso comunicacional.
El público no necesita que ninguna comisión asesora contra la desinformación lo proteja de las fake news, ya que es el primero que sabe distinguir las noticias falsas de las verdaderas, el primero que cuando tiene dudas de una eventual noticia falsa la chequea y contrarresta con otros medios, el primero que sopesa el valor de lo que se dice, según quién lo dice y dónde se le comunica. Además, es quien mejor que nadie es capaz de calificar asertivamente la línea editorial de un medio o red social y que, en base a ello, le otorga mayor o menor peso a una información determinada.
No miremos en menos al lector o al telespectador, sino con el respeto que se merece. No creemos comisiones que no generan confianza ni resultan creíbles.
Lo clave en una democracia sana es salvaguardar la libertad de expresión, la diversidad informativa —que gracias a las redes sociales es más amplia, dinámica y versátil— y el derecho de los ciudadanos a informarse donde y cómo lo deseen, para que puedan tomar buenas decisiones.