Pais:   Chile
Región:   Metropolitana de Santiago
Fecha:   2023-08-06
Tipo:   Prensa Escrita
Página(s):   E1-E2-E3
Sección:   Artes y Letras
Centimetraje:   55x81
El Mercurio
Hoy se cumple un nuevo aniversario de la bomba atómica de Hiroshima en 1945
El dilema de Oppenheimer
Con motivo de la película actualmente en cartelera, Kai Bird, el autor de la biografía de 'Robert J. Oppenheimer, Prometeo Americano', —libro en el que se inspiró Christopher Nolan para su filme sobre el físico estadounidense—, escribió lo siguiente:

'Puede que Oppenheimer fuera ingenuo, pero hizo bien en luchar contra las acusaciones y en utilizar su influencia como uno de los científicos más destacados del país para hablar en contra de la carrera armamentista nuclear. Tengo la esperanza de que la nueva y asombrosa película de Christopher Nolan sobre el legado complejo de Oppenheimer inicie una conversación no solo sobre nuestra relación existencial con las armas de destrucción masiva, sino también sobre la necesidad de que los científicos participen como intelectuales públicos en nuestra sociedad. La película de Nolan, que dura tres horas, es una apasionante historia de suspenso y misterio que profundiza en lo que Estados Unidos le hizo a su científico más famoso. Tristemente, la historia de la vida de Oppenheimer es relevante para nuestros predicamentos políticos actuales.

Después de que el científico más célebre de Estados Unidos fuera acusado falsamente y humillado en público, el caso Oppenheimer supuso una advertencia a todos los científicos para que no se presentaran en la arena política como intelectuales públicos. Esa fue la verdadera tragedia de Oppenheimer. Lo que le ocurrió también dañó nuestra capacidad como sociedad para debatir honestamente sobre la teoría científica, la base misma de nuestro mundo moderno'.

Preguntamos a seis destacados científicos nacionales: ¿Está de acuerdo con la opinión de Kai Bird respecto del papel de los científicos en el debate público y el supuesto daño que le habría hecho el caso Oppenheimer a su participación como intelectuales públicos?

¿Pueden los científicos participar como intelectuales públicos en nuestra sociedad?

Recuadro
Entrevista con Lea Ypi
'Libre': las fascinantes e irónicas memorias de una albanesa
Hoy profesora de filosofía en el LSE, Lea Ypi vivió su infancia en la hermética Albania. Experimentó el desplome del comunismo, la dolorosa transición y la guerra civil de 1997. Sus celebradas memorias relatan su vida cotidiana en un mundo cambiante, que plantea preguntas inquietantes. ¿Traerá la democracia las libertades anheladas bajo el comunismo? E 6

E 4 Vuelve el festival de teatro familiar con una extensa oferta

E 7 Columna de Gonzalo Contreras: ¿A escribir se aprende?

E 8 Francisco Brugnoli, figura unánime de las vanguardias en Chile.

La ciencia no debe esperar de brazos cruzados
Mario Hamuy Premio Nacional de Ciencias Exactas 2015

"El caso Oppenheimer retrata de manera muy clara las abismales diferencias en la manera de pensar entre el mundo científico y el político'.

Oppenheimer representa dos caras de una moneda: por un lado, al director científico del proyecto Manhattan, el programa del gobierno de EE.UU., iniciado en 1941, para desarrollar la tecnología nuclear y poner en práctica la famosa predicción de Albert Einstein de 1905 que relaciona masa y energía (E=mc2), base teórica de las bombas nucleares lanzadas sobre Japón en 1945. Por otro lado, a un humano atormentado por haber facilitado el desarrollo de un arma de destrucción masiva que dio muerte a 200 mil civiles japoneses. Luego de constatar la tragedia, Oppenheimer manifestó al Presidente Truman su arrepentimiento por haber sido parte de este desarrollo. Más adelante diría que la bomba había sido arrojada a un enemigo ya derrotado y manifestó su oposición a que EE.UU. se abocara al desarrollo de un arma aún más poderosa: la bomba de hidrógeno. Su 'osadía' le costó caro y le cobró enemistad política. Una acusación formal del gobierno de EE.UU. de ser un riesgo para la seguridad, e incluso desleal con su país, culminó con el cese de la credencial de seguridad que había portado orgulloso como director del proyecto Manhattan, y que ahora significaba una muestra de la mayor desconfianza del país hacia su persona.

El biógrafo de Oppenheimer, Kai Bird, plantea que esta acción del gobierno no era solo para denostar al físico, sino que un mensaje para que la comunidad científica no entrara a la arena política. En el fondo el mensaje era que los científicos no interfirieran con la agenda de defensa del gobierno, en un momento en que comenzaba la Guerra Fría y la disputa por la hegemonía con la Unión Soviética. Esta opinión es compartida por el historiador Richard Rhodes y se ve refrendada en las acciones que tomó el gobierno de Truman para investigar la lealtad del mismo Einstein, quien haciendo uso de su libertad para expresarse, manifestó su rechazo a la construcción de la bomba de hidrógeno (con cierto sentimiento de culpa por haber dado su apoyo inicial a la fabricación de la bomba atómica pocos años antes). La persecución del comunismo en esos años en EE.UU. incluyó a muchos científicos e intelectuales sospechosos de ser espías rusos.

El caso Oppenheimer retrata de manera muy clara las abismales diferencias en la manera de pensar entre el mundo científico y el político. Es un juego en que generalmente la candidez de la ciencia (personificada en la ingenuidad de Oppenheimer) y su apego irrestricto a las ecuaciones terminan siendo superados por la necesidad de la política por buscar soluciones de compromiso.

Un ejemplo muy patente de esta tensión se manifiesta en el debate actual por el cambio climático, una silenciosa 'amenaza nuclear' que se cierne sobre la humanidad. Mientras los científicos plantean incansablemente llamados de alerta debido a la amenaza que está causando el cambio climático a la salud del planeta y al devenir de la humanidad, el mundo político evita tomar medidas de mitigación que resulten costosas o impopulares. Este caso muestra que la voz de la ciencia debe estar en el debate público, sin ser complacientes con la política. Pero la ciencia no debe esperar de brazos cruzados que la política vaya a otorgar ese espacio para manifestar verdades a veces incómodas. Son los científicos quienes deben ganarse esos espacios saliendo de los laboratorios a comunicar su visión a la sociedad, nunca de manera antojadiza, sino honesta, hablando desde la objetividad que confiere la evidencia.

Nuestras herramientas
María Teresa Ruiz Premio Nacional de Ciencias Exactas 2017

"Para los científicos es muy importante el diagnóstico. Es algo que a mí me hace falta en la conversación pública sobre los problemas que debemos enfrentar como país y como humanidad. El diagnóstico se pasa por encima'.

A diferencia de los científicos que vienen de las ciencias exactas, sociólogos, cientistas políticos y profesionales de las humanidades sí han estado en el parlamento, en el gobierno, y han participado en la conversación sobre el proyecto país que imaginamos y planeamos. No así los científicos de las ciencias exactas y naturales. Y sería muy sano para el país incluir en ese debate a más personas con esa formación. No se trata de que un científico que está haciendo investigación en algún tema muy de frontera se dedique a la política o que participe en el Congreso, porque sería imposible, pero lo que sí es importante es la formación. La formación de un científico le permite pensar las cosas basándose en evidencia totalmente comprobable, en evidencia que no es opinable. Es lo más cerca a tener una verdad. Le da una manera distinta de enfrentar los problemas. También para los científicos es muy importante el diagnóstico: cuando uno realiza una investigación debe saber por qué la está haciendo, que es algo que a mí me hace falta en la conversación pública sobre los problemas que debemos enfrentar como país y como humanidad. El diagnóstico se pasa por encima. Y creo que a los científicos eso nos hace ruido.

En Chile la cantidad de científicos en estas áreas es muy baja, comparada con cualquier país. Tenemos que más que duplicar la cantidad de científicos para tener la cantidad que hay en México o en Argentina, países que son similares a nosotros. Ahora ha habido más formación de científicos jóvenes, pero en la medida que hubiera más creo que habría también una cantidad de ellos que se podría interesar en la conversación sobre los temas país. Yo tenía esperanzas de que con el Ministerio de Ciencias esto pudiera ocurrir. Tengo aún la esperanza de que teniendo un ministerio del área podría ocurrir, pues habría un científico o científica en esa mesa de conversación donde se discuten los temas país, con las herramientas de la ciencia para enfrentar los desafíos. Aún no me queda claro que eso esté ocurriendo.

Un contextode época
Fernando Lund Premio Nacional de Ciencias Exactas 2001

"La visibilidad adquirida por Oppenheimer a principios de los años 50 fue fruto del contexto científico, de la época y del país en que se dio'.

Tanto en Chile como en el resto de América, Europa y Oceanía, hasta donde conozco, hay científicos y científicas que participan del debate público. Los temas que primero me vienen a la mente son, por ejemplo: la participación de las mujeres en la vida en sociedad en general y en la comunidad científica en particular; el origen de la vida; los límites que puede alcanzar el conocimiento asistido por computadores; la velocidad de las comunicaciones, su masividad, el acceso a grandes cantidades de información, y la influencia que tiene esta realidad en la evolución de las sociedades; el clima. La visibilidad que adquieren estas intervenciones es variada, y depende, entre otras cosas, de la dedicación y permanencia en el tiempo (voluntaria o no) que un científico o científica pone en el empeño. La visibilidad adquirida por Oppenheimer a principios de los años 50 fue fruto del contexto científico, de la época y del país en que se dio. Me parece que, años después, la comunidad científica estadounidense se expresó vigorosamente en la época de la guerra de Vietnam, y también en los 80, a propósito de la Iniciativa de Defensa Estratégica, también llamada 'Star Wars'.

Naturalmente, para que científicos y científicas participen del debate público, tal debate debe ser posible. No lo era en la Unión Soviética de principios de los 50. Tampoco lo fue en el Chile de 1973-1980.

En mi opinión, la principal responsabilidad de los científicos y científicas es hacer bien su trabajo, lo que incluye la comunicación de resultados a través de los canales especializados. Luego, y especialmente quienes recibimos recursos para nuestras investigaciones desde el tesoro público, explicar a la sociedad en términos inteligibles el razonamiento, resultado, riesgos y posibilidades que su trabajo genera. Esta comunicación puede tener distintos niveles de visibilidad y de interlocutores: desde la docencia en sus distintos niveles y la participación a través de los medios de comunicación masiva, a la participación en comisiones expertas, peritajes, e interlocución con tomadores de decisión y representantes elegidos y elegidas.

Finalmente, puede ocurrir que científicos o científicas elijan acceder a posiciones de liderazgo político (Angela Merkel es un ejemplo relativamente reciente). Aquí creo que no hay que olvidar que la participación de personas, científicas o no, en un debate acerca de asuntos que son opinables genera necesariamente reacciones favorables y adversas.

¿Científicos públicos?...
Eric Goles Premio Nacional de Ciencias Exactas 1993

"Aunque hoy no existe una caza de brujas institucionalizada como el macartismo en la época de Oppenheimer, está la cancelación, la funa, la denostación anónima. No sé si peor, aunque sin duda de mayor impacto'.

Partamos de la base que nos referimos a la comunidad que realmente hace ciencias, que ya es mucho 'hacer' y lo más importante. Y claro, en nuestra condición de ciudadanos participamos de la vida pública vía las herramientas que nos provee el ejercicio de la democracia. Además de eso, ¿salir a la palestra a proponer, defender o denostar tal o cual situación relacionada con nuestro quehacer? Claro que sí. Si te animas. Si, en realidad, luego de dar seis veces vuelta la lengua contra el paladar, tienes realmente algo que decir y aportar. También, si te atreves. Porque, aunque hoy no existe una caza de brujas institucionalizada como el macartismo en la época de Oppenheimer, está la cancelación, la funa, la denostación anónima. No sé si peor, aunque sin duda de mayor impacto. Es más, no solo afecta a aquel o aquella que opinó. Peor que eso, influencia a los tomadores de decisiones (funcionarios, políticos, etc.); en general, menos interesados en las opiniones vertidas por tal o cual desde su condición científica, que en lo que se dice en las redes sobre lo que dijo tal o cual. Y, casi siempre, hasta ahí nomás llegó cualquier posibilidad real de considerar seriamente aquellas opiniones.

Pero, bueno, si aún con todas estas advertencias insistes en decir algo, pues dilo. Y, claro, en nuestro contexto local y pequeño, hay hartas cosas que decir: que el presupuesto para hacer ciencias es una vergüenza; que desde hace dos décadas las sucesivas autoridades han dejado mucho que desear; que se crean comisiones, se repiten diagnósticos sesudos e inteligentes, y se proponen soluciones más o menos acertadas que dan vuelta por ahí por algunos meses y se diluyen y volvemos con nuevas comisiones y nuevos diagnósticos, y corremos y corremos, como la reina roja del país de Alicia y sus maravillas, para quedar donde mismo. No, miento: más bien, retrocedemos.

Claro, cambiamos sustantivos y adjetivos, lo que se decía ciencia 'aplicada' se dice ahora 'con propósito'; los que eran 'polos' pasan a llamarse 'consorcios'; 'Chile, potencia alimentaria' se cambia por la 'ciencia y las promesas del litio'; lo que eran los Consejos de Ciencia y Tecnología, que permitían un grado más que razonable de transparencia en la asignación de recursos públicos para nuestro sector, desaparecen y nadie se hace responsable de nada y nos entretenemos con la creación de un nuevo ministerio, que no sé muy bien lo que pretende con funcionarios efímeros, encargándose de cambiarles nombre a los escasos fondos que todavía subsisten, de crear comisiones para cautelar los fenómenos de desinformación, y más diagnósticos, reuniones, frases para el noticiario de la tarde y nuevas comisiones. Finalmente, uno piensa que todo se hace solo para agitar la marmita, para dar la sensación de que se están haciendo cosas, cuando, en realidad, poco o nada ocurre. Dicho todo esto, la película de Nolan es francamente una obra de arte.

Los científicos como intelectuales públicos
Álvaro Fischer Ingeniero matemático U. de Chile

"El involucramiento de los científicos en el debate por las armas de destrucción masiva constituye un interesante punto a examinar. Oponerse solo por la repugnancia moral que eso les genera sería una forma ingenua de enfrentar el problema'.

El filme 'Oppenheimer' permite revisitar el papel de los científicos y sus conocimientos en la construcción de armas de destrucción masiva, así como su participación en la sociedad como intelectuales públicos. Oppenheimer fue un activo participante en la fabricación de la bomba atómica —de hecho, dirigió el proyecto— bajo el supuesto de que ella permitiría adelantar y definir el fin de la Segunda Guerra Mundial en favor de los Aliados. Posteriormente, ya en tiempos de paz, se opuso a la fabricación de la bomba de hidrógeno, un arma aún más destructiva.

El posterior juzgamiento político de su figura —por su cercanía con simpatizantes o miembros del PC norteamericano— ha sido interpretado por uno de sus biógrafos como una manera de evitar que participara en el debate público, y de lograr que el resto de los científicos que aspiran a transformarse en intelectuales públicos se inhibiera de hacerlo. Si esa fue la intención, no parece haberse logrado. De hecho, los científicos han participado en el debate público cuando el prestigio alcanzado en su área de trabajo ha sido tal que su opinión resulta importante de considerar. Fue el caso de Einstein, en las ciencias exactas, en las pocas veces en que intervino. Más notorios son los casos de científicos en las ciencias sociales, porque su trabajo está más directamente relacionado con el debate público, como Milton Friedman en economía, y los psicólogos sociales y cognitivos Jonathan Haidt y Steven Pinker, este último de visita en nuestro país en estos días.

Sin embargo, el involucramiento de los científicos en el debate por las armas de destrucción masiva, o la participación de sus países en conflictos armados, constituye un interesante punto a examinar. Oponerse solo por la repugnancia moral que eso les genera sería una forma ingenua de enfrentar el problema. El que la actual invasión de Rusia a Ucrania no haya sido exitosa, como lo fue en el caso de Crimea, se debió a que ahora Ucrania estuvo en condiciones de defenderse y las potencias occidentales, de proveerle abundante armamento. Por eso, si los científicos desean actuar como intelectuales públicos en esas materias, deben hacerse cargo de lo que la naturaleza humana induce en el actuar de las personas, y entender la importancia que adquiere la disuasión desde esa perspectiva. La Guerra Fría no terminó en catástrofe solo porque ambas potencias acumularon suficiente armamento nuclear para disuadir al contrario de utilizarlo.

Un rol central en la construcción social
Carolina Torrealba Exsubsecretaria de Ciencia, vicerrectora de Investigación y Doctorado UNAB

"Para habitar el mundo público proviniendo de la ciencia, creo que uno debe resetearse completamente y aprender otras lógicas sociales y disciplinas, y comprender el valor de oficios más pragmáticos y operativos, y no el de los intelectuales/reflexivos'.

Aún no he visto la película; sin embargo, conozco la historia y el debate que expone, y estos están aún más vigentes que en la época de Oppenheimer, ya que cada día más los desafíos societales están integrados a la tecnología. La investigación científica y las tecnologías que impulsa generan cambios exponenciales y disruptivos, que impactan a la sociedad —positiva o negativamente— y transforman completamente nuestro tejido sociocultural. Por lo mismo, relegar la investigación científica, sus prácticas, protagonistas y debates al mundo académico es un error garrafal; debemos ponerla en el centro de nuestras ocupaciones sociales.

Las personas de ciencia deben tener un espacio en la opinión pública, no como poseedores indiscutidos de la verdad, sino como intelectuales que manejan ideas y conocimiento esenciales para la comprensión del mundo y de las potencialidades del avance tecnológico. El insumo de estas perspectivas es vital para nuestro desarrollo; solo así podremos incorporar cambios tecnológicos ponderando riesgos y beneficios, y adaptándonos a ellos.

Pero no es una relación para nada fácil. En mi experiencia, cuando uno es formado como científica, el espacio público fuera de la academia es extraño y hostil, a veces incomprensible, y desde el desconocimiento, el mundo de la ciencia tiende a denostarlo. La formación en ciencia implica mucho riesgo intelectual, pero muy poco riesgo en otros aspectos, como tomar decisiones sin toda la información disponible, o ponderar insumos multidimensionales. Para habitar el mundo público proviniendo de la ciencia, creo que uno debe resetearse completamente y aprender otras lógicas sociales y disciplinas, y comprender el valor de oficios más pragmáticos y operativos, y no el de los intelectuales/reflexivos. Si se logra ello, es posible entretejer e integrar las lógicas y conocimientos científicos a la esfera pública con un potencial gran valor. Esta integración es lo que hizo que tuviésemos una vacuna en nuestros brazos a un año de la pandemia, es lo que hacen las empresas científico-tecnológicas que construyen soluciones basadas en ciencia, es lo que ha gatillado proyectos científicos públicos de gran valor como el del Genoma Humano o el IPCC o el observatorio ALMA, y esta integración es también la que hizo que cayeran dos bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

Hoy, con revoluciones tecnológicas que se suceden ya no cada cien años, sino cada diez, me parece que el rol de la ciencia y la tecnología debiese ser central en la construcción social. No me resulta pensar en un mundo en que la ciencia esté ausente del debate público, porque, desde mi visión, está al servicio de la construcción de una mejor sociedad.
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