Pais: Chile
|
Región: Metropolitana de Santiago
|
Fecha: 2024-04-23
|
Tipo: Prensa Escrita
|
Página(s): A3
|
Sección: Editorial
|
Centimetraje: 18x18
|
Ciudadanos buscando respuestas
La actividad económica ha exhibido en los últimos meses un pequeño repunte y las proyecciones se están revisando levemente al alza. También la inflación, más allá de los inesperados aumentos de precios de meses pasados, parece estar convergiendo gradualmente a las metas de la autoridad monetaria. Es un cuadro algo más alentador, pero se encuentra lejos de ser definitivo. El desempleo aún es alto y tanto la inversión como la productividad continúan rezagadas. De ahí que el crecimiento de tendencia siga siendo muy modesto. No sorprende entonces que, pese a un leve repunte de las expectativas, la población continúe mostrándose relativamente pesimista respecto del futuro del país. Así se desprende de los resultados reportados en este ámbito por la Encuesta Bicentenario.
En efecto, el porcentaje que piensa que el país será, en una década más, desarrollado alcanza un 43%. Esto es algo por encima de las mediciones de los dos años anteriores, pero 11 puntos porcentuales por debajo del promedio anualizado del período 2006-2019. Se trata de una diferencia muy relevante. Consistentemente, apenas un 19% cree que una persona tiene una muy o bastante alta probabilidad de abandonar la condición de pobreza. Particularmente baja es la percepción de que cualquier trabajador pueda comprarse su propia vivienda: solo un 13%, la medición más baja de toda la serie, cree que esa probabilidad es muy o bastante alta. La escasez de viviendas existente, las altas tasas de interés y la menor disponibilidad de créditos de largo plazo indudablemente inciden en esta negativa visión.
Desde la recuperación de la democracia, el progreso de los hogares descansó de manera importante en el crecimiento económico. Y este fenómeno fue enormemente valorado por la población. Sin embargo, a medida que muchos hogares se sumaban a los estratos medios, aumentaba también el riesgo de perder ese mayor bienestar por causas ajenas al propio control (enfermedad, pérdida del empleo, etc.). Para enfrentar estos eventos, la población comenzó a demandar más seguridades. De estas, es hoy la protección frente a la delincuencia la más relevante, por el alto riesgo que actualmente se enfrenta en este ámbito, pero no es la única seguridad valorada. El mal funcionamiento del sistema político ha impedido, sin embargo, diseñar un marco que responda con profundidad a estas demandas. Más aún, al diluirse el crecimiento como motor de progreso y carecer de seguridades razonables, no es extraño que la ciudadanía piense que pueda haber otros caminos para resolver estas cuestiones.
Así, la responsabilidad personal, consistente con una economía dinámica, pierde fuerza como fuente del propio bienestar y cobra más preponderancia la acción del Estado. En línea con esto, se aspira a una ayuda del Estado más universal y no tan focalizada, respuesta que era a la inversa cuando la actividad productiva se expandía. En el mismo sentido debe entenderse el hecho de que un 49% señale que prefiere pagar más impuestos y que el Estado le garantice salud y educación, en lugar de pagar menos impuestos y pagar salud y educación con sus propios ingresos. Es tentador interpretar estas respuestas como un indicativo de cambios culturales que le estarían abriendo las puertas a un planteamiento político de izquierda, pero se trata de posiciones influidas por la coyuntura. De hecho, en otras encuestas que indagan más específicamente sobre cuestiones como estas, emerge una ciudadanía que podría aparecer como fuerte partidaria de una economía libre (no respalda alzas concretas de impuestos, privilegia que las cotizaciones previsionales vayan a cuentas individuales, rechaza un seguro único de salud, etc.). Por cierto, de esto no debe desprenderse una identificación con una ideología concreta. Las respuestas revelan más bien profunda desconfianza hacia las instituciones del Estado, motivada por una insatisfactoria experiencia respecto de ellas. De nuevo, entonces, es una coyuntura particular la que las produce. Con todo, sugieren demandas por progreso y seguridades que el mundo político no ha sabido abordar, y que lo tienen muy alejado de la ciudadanía.
Recuadro
>>Subyace al pesimismo económico una demanda por progreso y seguridades que el mundo político no ha sabido abordar.
Nex Prensa Escrita
Ciudadanos buscando respuestas
La actividad económica ha exhibido en los últimos meses un pequeño repunte y las proyecciones se están revisando levemente al alza. También la inflación, más allá de los inesperados aumentos de precios de meses pasados, parece estar convergiendo gradualmente a las metas de la autoridad monetaria. Es un cuadro algo más alentador, pero se encuentra lejos de ser definitivo. El desempleo aún es alto y tanto la inversión como la productividad continúan rezagadas. De ahí que el crecimiento de tendencia siga siendo muy modesto. No sorprende entonces que, pese a un leve repunte de las expectativas, la población continúe mostrándose relativamente pesimista respecto del futuro del país. Así se desprende de los resultados reportados en este ámbito por la Encuesta Bicentenario.
En efecto, el porcentaje que piensa que el país será, en una década más, desarrollado alcanza un 43%. Esto es algo por encima de las mediciones de los dos años anteriores, pero 11 puntos porcentuales por debajo del promedio anualizado del período 2006-2019. Se trata de una diferencia muy relevante. Consistentemente, apenas un 19% cree que una persona tiene una muy o bastante alta probabilidad de abandonar la condición de pobreza. Particularmente baja es la percepción de que cualquier trabajador pueda comprarse su propia vivienda: solo un 13%, la medición más baja de toda la serie, cree que esa probabilidad es muy o bastante alta. La escasez de viviendas existente, las altas tasas de interés y la menor disponibilidad de créditos de largo plazo indudablemente inciden en esta negativa visión.
Desde la recuperación de la democracia, el progreso de los hogares descansó de manera importante en el crecimiento económico. Y este fenómeno fue enormemente valorado por la población. Sin embargo, a medida que muchos hogares se sumaban a los estratos medios, aumentaba también el riesgo de perder ese mayor bienestar por causas ajenas al propio control (enfermedad, pérdida del empleo, etc.). Para enfrentar estos eventos, la población comenzó a demandar más seguridades. De estas, es hoy la protección frente a la delincuencia la más relevante, por el alto riesgo que actualmente se enfrenta en este ámbito, pero no es la única seguridad valorada. El mal funcionamiento del sistema político ha impedido, sin embargo, diseñar un marco que responda con profundidad a estas demandas. Más aún, al diluirse el crecimiento como motor de progreso y carecer de seguridades razonables, no es extraño que la ciudadanía piense que pueda haber otros caminos para resolver estas cuestiones.
Así, la responsabilidad personal, consistente con una economía dinámica, pierde fuerza como fuente del propio bienestar y cobra más preponderancia la acción del Estado. En línea con esto, se aspira a una ayuda del Estado más universal y no tan focalizada, respuesta que era a la inversa cuando la actividad productiva se expandía. En el mismo sentido debe entenderse el hecho de que un 49% señale que prefiere pagar más impuestos y que el Estado le garantice salud y educación, en lugar de pagar menos impuestos y pagar salud y educación con sus propios ingresos. Es tentador interpretar estas respuestas como un indicativo de cambios culturales que le estarían abriendo las puertas a un planteamiento político de izquierda, pero se trata de posiciones influidas por la coyuntura. De hecho, en otras encuestas que indagan más específicamente sobre cuestiones como estas, emerge una ciudadanía que podría aparecer como fuerte partidaria de una economía libre (no respalda alzas concretas de impuestos, privilegia que las cotizaciones previsionales vayan a cuentas individuales, rechaza un seguro único de salud, etc.). Por cierto, de esto no debe desprenderse una identificación con una ideología concreta. Las respuestas revelan más bien profunda desconfianza hacia las instituciones del Estado, motivada por una insatisfactoria experiencia respecto de ellas. De nuevo, entonces, es una coyuntura particular la que las produce. Con todo, sugieren demandas por progreso y seguridades que el mundo político no ha sabido abordar, y que lo tienen muy alejado de la ciudadanía.
>>Subyace al pesimismo económico una demanda por progreso y seguridades que el mundo político no ha sabido abordar.
Pais: Chile
|
Región: Metropolitana de Santiago
|
Fecha: 2024-04-23
|
Tipo: Prensa Escrita
|
Página(s): A3
|
Sección: Editorial
|
Centimetraje: 18x18
|