Señor Director:

Las cifras de delincuencia nos demuestran que el crimen está acechando a la niñez y comprometiendo su desarrollo. La participación de niños y jóvenes en acciones delictivas ha aumentado en más de un 30% entre 2020 y 2023. Asimismo, la tasa de victimización de niños y adolescentes muertos por homicidios ha tenido crecido en más de un 20% en los últimos cinco años. Seis de cada diez niños que mueren por acciones delictivas lo hacen siendo ellos parte de dicho crimen, como miembro de una banda.

Asimismo, cerca de un 40% de los niños que delinquen han tenido un papá una mamá o un adulto responsable con alto compromiso delictivo e incluso preso. Tenemos un problema serio.

La baja adherencia de modelos prosociales es probablemente el factor más relevante en el inicio temprano de trayectorias delictivas. La exclusión educativa, que registra niveles históricos; la salud mental, que se estima en más de 14 mil niños en lista de espera, y el consumo problemático de drogas y alcohol, son factores que redundan en el desarrollo de conductas cada vez más violentas.

La forma de enfrentarlo genera debates y tiene matices, diálogo que debe enmarcarse en los cuerpos normativos nacionales e internacionales referidos a este segmento. Más allá de una persecución penal, necesitamos una agenda temprana de prevención social, con una oferta programática sólida y con evidencia, orientada a fortalecer el rol parental con buenas prácticas de crianza, a potenciar los factores protectores y disminuir los de riesgo en el surgimiento de conductas problemáticas que deriven en delito. No podemos sólo reaccionar y seguir llegando tarde.